Guía para el periodista en conflicto

“Quitaos de mi vista, miserables borrachos”, solía decir el general Kitchener a los periodistas que cubrían la guerra de Vietnam. Manu Leguineche recoge la anécdota en Los ojos de la guerra, donde explica que, pese a la antipatía que despertaban, la libertad de que gozaron los reporteros durante aquella guerra no volvería a repetirse: “Los ejércitos, sean los que sean, quieren, en Las Malvinas, en la isla de Granada, en Panamá, en Bosnia o en el Kosovo de la OTAN, periodistas sumisos, dóciles, que sean, y no otra cosa, la voz de su amo”.
Me ha emocionado ver en La 2 Noticias a los trabajadores de la BBC protestando por las dimisiones de sus jefes. En el fondo, es una buena noticia. También que Robert Fisk haya recibido un premio periodístico (el Godó). Sus crónicas sobre la invasión de Irak han sido un referente durante todos estos meses. Como las de John Pilger. No sé cómo este tipo sigue vivo escribiendo lo que escribe. Muchos de sus artículos están traducidos también al castellano.
reportaje publicado en Playboy de junio de 2003

Meses después de que Manu Leguineche redactara las líneas citadas arriba, la situación empeoraría.

A la perjudicial concentración de los grandes grupos mediáticos, hay que añadirle la aprobación de una serie de leyes restrictivas tras los atentados del 11 de Septiembre en Estados Unidos.

Entre estas iniciativas destacan la creación en febrero de 2002 de la Oficina de Influencia Estratégica (OIE) para “intoxicar” a la prensa mundial y propiciar corrientes de opinión favorables a sus maniobras bélicas. “Esas noticias podrán ser verdaderas o falsas, y afectar a países amigos o enemigos”.

Poco después, las presiones internacionales hicieron que Donald Rumsfeld anunciara el cierre de la OIT. No obstante, por definición, esta noticia podría ser una mentira creada por ella misma. Sobre todo, teniendo en cuenta que pocos meses después, el mismo secretario de Defensa prometía importantes gratificaciones económicas para aquellos periodistas extranjeros que escribieran artículos favorables a las políticas de los Estados Unidos.

Las presiones a los reporteros también son importantes. Así lo denunciaba un periodista de Tele5, cuyo mail ha circulado por las redacciones de todo el país. En este correo escribía: “Queridos amigos: En la asamblea que tuvimos los chicos del País Vasco, dije públicamente que Informativos Tele 5 eran los más alternativos del espectro televisivo español, que nunca había sufrido ningún tipo de censura, que no podría trabajar en A3 o TVE. Tras lo vivido en estas dos últimas semanas preparando los reportajes, ha llegado el momento de retractarme de lo dicho en aquel momento. La emisión del reportaje Efectos de Uranio Empobrecido cayó como una bomba. (…) Ese reportaje no lo habían supervisado en la dirección de informativos (…). Ayer, viendo “mi informativo” se me revolvieron las tripas. Así he estado estos últimos días, con reuniones con la dirección, con supervisión de textos, intentando hilar muy fino para que parte de mi mensaje llegue a los telespectadores. La opción era o dar nada o dar algo, y ese camino he tomado. En la última reunión me confesaron las presiones externas, las implacables presiones externas que incluso solicitaban que no se emitiera ninguno de los reportajes. Yo no lo entiendo, no me cabe en la cabeza que un gobierno tenga la desfachatez de meterse de esta forma en un medio de comunicación privado”.

También los trabajadores de RNE han denunciado la censura de la cadena pública estatal. Asimismo, 350 periodistas de Informativos de RTVE recogieron 2.000 de firmas de apoyo para formar el Comité contra la Manipulación Informativa en Televisión Española, porque la cadena estuvo silenciando las posturas contrarias a la guerra de forma deliberada.

Hace un mes, la organización Reporteros Sin Fronteras cuantificaba por primera vez la libertad de prensa en los diferentes países. España ocupaba el puesto número 29 de la clasificación, después de países como Ecuador, Benin, Chile, Costa Rica y Hungría. Estados Unidos ocupa la 17ª posición, Israel la 92ª, Rusia la 121ª e Irak la 130ª .
En cualquier caso, lo que más duele al colectivo son, obviamente, los ataques directos. Las agresiones a medios de comunicación se repite cada vez con más frecuencia. En 1999, la OTAN atacó la televisión serbia. Sobre ese oscuro episodio, Robert Fisk escribía que “dos días antes de que la OTAN bombardease la sede de la televisión serbia en Belgrado, la CNN recibió el soplo, desde su cuartel general en Atlanta, de que iban a destruir el edificio. Les dijeron que sacaran sus equipos de los locales inmediatamente, y así lo hicieron”. El ataque causó 19 muertos civiles.
Durante la guerra de Afganistán, la cadena de televisión Al-Jazira, en Kabul, fue bombardeada por Estados Unidos. En esa ofensiva se vio afectado el corresponsal de la BBC en la zona, William Reeve.

La mañana en que fue asesinado José Couso, fallecía también el periodista de Al-Jazira Tarek Ayub, quien fue herido cuando las fuerzas estadounidenses lanzaron un ataque aéreo contra su canal de televisión. La bautizada como “CNN árabe” también sufrió presiones del bando iraquí, que expulsó a algunos de sus reporteros. La cadena qatarí estaba resultando demasiado incómoda para ambas partes en conflicto al mantener un tratamiento independiente de la información. Su trabajo, junto al de las otras cadenas árabes no iraquíes, ha resultado vital para que esta guerra fuese vista por la opinión pública mundial de un modo distinto a la del 91.

El ataque del tanque norteamericano al Hotel Palestina de Bagdad, convertido en centro de prensa, fue justificado por el gobierno de Estados Unidos alegando que el disparo se efectuó para responder a la acción de unos francotiradores apostados en las ventanas. La misma argumentación sirvió también al ejército israelí para justificar el ataque en marzo de 2002 a una treintena de periodistas que se encontraba en el hotel Palace Inn de Ramala.

Qué debe y qué no debe hacer un corresponsal de guerra

EQUIPAJE LIGERO – “Equipaje ligero y buena documentación” es lo que recomienda Maruja Torres para cubrir un conflicto bélico. En “Mujer en guerra”, la periodista aconsejaba tener una mente clara y ser muy consciente de que el éxito de su misión dependerá, en gran parte, de “caerle bien a los miembros de la fauna periodística fija en el lugar” y “hacerse con un chófer audaz, bien relacionado, de mente despierta, lo más políglota posible”.

NO AL CINISMO – El maestro Ryszard Kapuscinki expone una ética periodística incuestionable en “Los cínicos no sirven para este oficio”. El reportero polaco asegura que “es un error escribir sobre alguien con quien no se ha compartido al menos un tramo de la vida”. En este sentido, la tecnología y su inmediatez sirven de poco. Durante la pasado invasión de Irak el público vio muchas imágenes de satélite, pero pocas historias reales que ayudaran a entender lo que estaba pasado.

VACUNARSE CONTRA LA PROPAGANDA – La intoxicación informativa de los diferentes bandos es difícil de combatir cuando el periodista está siendo controlado y no puede buscar sus propias fuentes. Por otro lado, las técnicas propagandísticas son cada vez más sofisticadas y los militares llegan a contratar agencias de relacionespúblicas. Durante la guerra serbocroata, Zagreb contrató la agencia Ruder Finn Global, quien, como denuncia Francisco Veiga en “La trampa balcánica” ofreció todo tipo de facilidades a los periodistas: “automóviles con guías y escoltas, terminales informáticos o resúmenes de prensa eran puestos a la disposición de los periodistas extranjeros. Incluso manufacturaron cigarrillos marca Reporter como regalo para los informadores extranjeros”.
Por todo ello, es esencial recordar la frase de la periodista israelí Amira Haas: “El objetivo del periodismo es vigilar los centros de poder”.

CUIDAR EL LENGUAJE – Hablar de conflicto, de guerra, de invasión o de ataque cambia mucho la historia. En el caso de Irak, cada medio ha escogido un “matiz” y su elección no ha sido neutral. Las fuerzas de ocupación o las tropas aliadas también suponen conceptos y maneras de explicar el mismo hecho de modos muy distintos. Lo mismo sucede con las bombas revientabúnkeres, el fuego amigo o los archiconocidos “efectos colaterales”. Esta última expresión ha empezado a caer en desuso, porque su cinismo es ya imposible de disimular. Sin embargo, una de las más hilarantes fue empleada por el general Wesley Clark, cuando dirigía las operaciones de la OTAN en Kosovo. En 1999 se refirió a un bombardeo de civiles diciendo que se había producido “un ataque a objetivos “fase 3”.

HUIR DEL PROTAGONISMO – El reportero nunca debería ser la noticia. De poco interesa al espectador cuánto le ha costado conseguir una noticia, del mismo modo en que cuando no le supone ningún esfuerzo jamás lo explica. Los protagonistas y los héroes de la guerra son quienes las sufren, no quienes las cuentan.

NO DEJARSE DEVORAR POR “LA BESTIA” – “Dar de comer a la Bestia, así en mayúscula”, escribe Eduard Sanjuán en “Detrás de la cámara”. “Eso hacemos, me decía Miguel Gil. Se refería a un monstruo imaginario, insaciable, esperando con sus fauces abiertas, su material y el de sus compañeros Esos cientos, miles de horas de rodaje para su agencia, la ATPN, sobre el amor y la muerte, sobre la barbarie, sobre el dolor y la esperanza”.

NO POSICIONARSE – Jonathan Steele, subdirector de redacción del periódico The Guardian, explicaba en un artículo que si alguien empezaba a “pensar que una de las partes son los buenos y que la otra son los malos, entonces, se pierde la agudeza que este trabajo requiere. No quiero decir que no se deba tener puntos de vista políticos propios, o que no se piense que los objetivos de una de las partes merecen más apoyo que los de la otra. Pero no se debe permitir que esto impregne tanto el trabajo de manera que ya no se informe debidamente de los errores y crímenes, simplemente porque uno ha decidido que está “de un lado”.

Hoteles

El crimen de guerra cometido contra el hotel Palestina de Madrid le ha dado una celebridad inesperada al viejo edificio amarillo que se asomaba a las aguas de Tigris. Hasta entonces el Rashid de Bagdad ostentaba el título de “hotel de periodistas”, ya que aquí fue donde Alfonso Rojo y Peter Arnett se hospedaron cuando, en plena I Guerra del Golfo, no quedaba ni un solo reportero en Bagdad. Durante la última campaña militar en la vieja Mesopotamia, otro hostal obtuvo el reconocimiento de sus huéspedes, el pequeño Cedar. Allí vivían y dormían los periodistas más raros, según Tomás Alcoverro (La Vanguardia) en compañía de los brigadistas españoles, que acabaron autogestionando el hotel cuando su propietario se los cedió. En esas habitaciones escribe Alcoverro, emocionado, fue “feliz”.

Se dice que cada guerra tiene un “hotel de periodistas”, donde se reúnen, comparten material, historias y borracheras. Pérez-Reverte los define del siguiente modo en “Territorio Comanche”: Los hoteles elegidos como cuartel general por los reporteros contienen un mundo singular y pintoresco: equipos de televisión entrando y saliendo, cables que cruzan el vestíbulo ylas escaleras, baterías cargándose en cualquier enchufe (…), apagones, velas en las habitaciones, camareros, soldados, proxenetas, furcias, traficantes, taxistas, espías”… La enumeración continúa varias líneas. En cualquier caso resulta fascinante adentrarse en uno de ellos y ver cómo “la tribu” se prepara para el espectáculo y crea un microcosmos.

Uno de estos “universos” fue el que se originó en el Holiday Inn de Sarajevo. Situado en la “avenida de los francotiradores”, el hotel se convirtió en la principal base de operaciones para los periodistas durante los dos primeros años del cerco de Sarajevo.