La Garlopa Diaria

5 marzo 2006

Ciutadans entre vinos

El sábado se presentó en el teatro Tívoli de Barcelona un nuevo partido político. Se llama “Ciutadans de Catalunya” y pretende, básicamente, dos cosas. La primera concreta: convertir “en inservible el Estatut que salga del referéndum” (en palabras de Arcadi Espada). Y, a largo plazo, luchar contra el irreversible “proceso de secesión” que se ha abierto a juicio de Albert Boadella, otro de los impulsores de la plataforma.

El viernes por la noche estuve cenando y tomando unas copas en Madrid con un grupo de amigos y amigas de Barcelona, de los de toda la vida. Catalanes y del Barça todos, aunque de raíces aragonesas, me pidieron que les hiciera de cicerone en una ruta por las tabernas de Sol, Huertas, la plaza Mayor. Chatearon vino (Ribera del Duero y Rioja, no Penedès) y les sorprendió que en la capital de España las casas tengan tejados. Hablamos de todo, de la vida, del trabajo, del amor, o sea, de las cosas importantes. Pero luego salió el tema, casi inevitablemente. El tema es el Estatut “dels collons”. A mis amigos les llama la atención la campaña emprendida para alimentar el anticatalanismo desde varios frentes: político, mediático y económico. Su opinión me suena mucho al discurso rancio y cateto de algunos votantes del PP y del PSOE en el centro. Es como si los españoles tuviéramos delante un inmenso espejo, pero no supiéramos o, peor aún, no quisiéramos reconocernos.

Que la coyuntura es insólita se deduce fácilmente: estos amigos, que no reniegan de sentirse españoles, cada vez destilan un mayor desdén hacia ‘Madrid’ (dicho así, en singular, como representación de la patria hispánica y la cabra de la legión). Y, en el otro extremo, que unos señores intelectuales de gran pedigrí catalán (Espada, Azúa, Boadella, De Carreras, etc.) bajen a la arena política haciendo dejación de sus funciones artísticas significa que algo falla. Dicen que son de centro izquierda, pero comparten las ideas del PP y se dejan querer por sus medios de comunicación afines.

Es posible que para un periodista resulte una bajeza decir lo siguiente, pero juro que empiezo a no entender absolutamente nada. Como catalán que vivo en Madrid y como alcarreño nacido en L’Hospitalet, confieso que por primera vez en mis casi veinticinco años de vida tengo los sentimientos divididos en este terreno. Jocosamente, Manu Leguineche me dijo un día en su casa: «Raúl, tienes demasiadas patrias». Y quizá ese es el problema porque no me entra en la cabeza la necesidad que sienten muchos de opinar siempre desde una trinchera. Y eso no es lo peor: si no te identificas con ninguna, pues te jodes y te obligan a tomar partido.

Si tuviera dinero, me exiliaba en Galve y montaba una casa rural.