La Garlopa Diaria

28 marzo 2008

La cámara oculta

La discusión es relativamente nueva en el periodismo porque no hace tantos años que existen las cámaras ocultas. Hay periodistas que son partidarios de su utilización siempre, es decir, con independencia del tema que se quiera abordar; otros la rechazan en cualquier supuesto y unos terceros toleran este tipo de prácticas sólo si la ocasión lo merece, o lo que es lo mismo, si se trata de denuncia social.

El crítico de televisión Ferran Monegal, que tiene un divertido programa en Barcelona TV y firma sus artículo en El Periódico, acaba de publicar un interesante comentario sobre el último programa de Mercedes Milá en Telecinco (vídeos de la emisión en el enlace). El objetivo esta vez de la cámara oculta era dejar en evidencia a un taquillero de la Renfe en Móstoles, que ofrece los papeles a una chica brasileña (en realidad una redactora del programa) a cambio de favores sexuales. La escena es repugnante y la obesidad del ínclito contribuye a acrecentar el asco. Milá escucha la conversación con unos cascos en una furgoneta a la salida de la cafetería donde charlan el taquillero y la señorita. Cuando terminan de hablar, la propia Milá asalta al tipo y le espeta que es un «sinvergüenza» y un «inmoral». Le sigue sus pasos, le acompaña hasta el coche y le vuelve a recriminar su actitud mientras el personaje en cuestión lo niega todo con cara de por qué no me habré quedado en casa esta mañana.

Son los tiempos gloriosos del periodismo-fiscalizante. Ya no vale de nada la figura del reportero. Ni los trabajos de investigación rubricados con seriedad y con rigor. Lo que vale es la información-espectáculo, que ya decía Kapuscinsky que las noticias se han convertido en mercancía.

¿Dejar en pelotas a un explotador de una inmigrante sin papeles justifica la utilización de la cámara oculta?. Esta es la pregunta que se hace Monegal al final de su artículo. Quizá las imágenes hablan por sí solas. Es probable que la gente no alcance a entender la dimensión del drama que suponen las mafias de la inmigración. Es muy duro documentarse y hacer un trabajo serio, y claro, es preferible convertirse en un agente de Los hombres de Paco. Eso sí, todos habrán podido ver a un tipo indecente tomar un café mientras intenta llevarse a la cama a una brasileña ‘irregular’ que no lo es.