Guadalajara

3 marzo 2006

Palazuelos

Raúl Conde

Si en la provincia de Guadalajara existe un pueblo con un conjunto monumental armónico y proporcionado, ése es Palazuelos. En la sierra seguntina, en las estribaciones del río Dulce, tierra seca y de girasoles, muchos la han bautizado como “La Ávila alcarreña”. Conserva un recinto amurallado espectacular, una iglesia con portada románica, una picota reconstruida y el castillo. En los últimos años han aparecido en la prensa fotografías y artículos denunciando la construcción de un chalé –literalmente- dentro de la fortaleza. El escándalo estaba servido porque el dueño parecía imponer sus criterios caprichosos y no precisamente baratos, a costa de violar la arquitectura original de un edificio de la segunda mitad del siglo XV. Es probable que la vivienda siga ahí, aunque revestida en su exterior por la piedra apropiada, por si acaso… Las gentes del lugar, por supuesto, no dijeron ni pío, como mandan los cánones de la nueva sociedad modernista.

El caso es que el tiempo ha pasado y el viernes la noticia saltaba al blanco y negro de los periódicos: el Ayuntamiento de Sigüenza, de quién Palazuelos es pedanía, ha firmado un convenio de la consejería de Obras Públicas de la Junta de Castilla-La Mancha para completar la pavimentación de la plaza Mayor. Está visto que no hay como coincidir en los colores políticos para que el dinero caiga del cielo, casi sin pedirlo. En su defecto, ni desgañitándote llegan los euros. Palazuelos tiene ante sí, por tanto, la posibilidad de completar la cuadratura del círculo: murallas, castillo y plaza Mayor acompasados para recibir masas de turistas, muchos cultos e interesados, otros simplemente de chancla y gorra. Palazuelos está declarado Bien de Interés Cultural desde el año 2002. Estaría contento don Iñigo López de Mendoza, marqués de Santillana, quién construyera la muralla y el castillo, si supiera cómo le están dejando la villa en los albores del siglo XXI. No obstante, hay que ir con cuidado. Los dueños ricos y jóvenes de muchos castillos en la provincia actúan a sus anchas. La ley de patrimonio-histórico de 1986 que, en teoría, regula este tipo de anomalía, es un texto excesivamente ambiguo. Las autoridades no se preocupan mientras el tipo de turno les ponga en órbita una antigualla de edificio, aunque para ello haya que sacrificar su historia. Palazuelos, en este aspecto, es un ejemplo diáfano, aunque no sangrante. Los hay peores, tristemente. Pese a todo, merece nuestro aplauso los planes para pavimentar la plaza Mayor. Palazuelos es un sitio precioso, uno de esos muchos lugares encantadores de nuestra provincia, discretos, que pasan la vida con sigilo, que no quieren levantar la voz, que mantienen intacta su alma medieval. Un enclave, en suma, apropiado para estos calores tan esclavos y para olvidarse por un rato de los agobios de la vida. Teóphile Gautier escribió en 1858: “nuestro siglo atareado no siempre tiene tiempo para leer, pero siempre tiene tiempo para ver”.