Periodistas

16 noviembre 2006

CRÍTICO LITERARIO DE LE NOUVEL OBSERVATEUR

Bernard Frank

El pasado 3 de noviembre murió Bernard Frank, famoso columnista de Le Nouvel Observateur y uno de los grandes críticos literarios de Francia. Este artículo habla de su amor por los clásicos, su pasión por las mujeres y su relación con Barbara Skelton, con quien vivió trece años. "Era cobarde y genial. Insoportable, poco maduro".
El Boomeran(g), Noviembre 2006
Jean François Fogel

FRANK

El apellido se escribe Frank, sin «C». Bernard Frank no soportaba ser presentado como Franck en un artículo. Murió el 3 de noviembre. No escribí nada sobre este columnista de Le nouvel observateur. Lo siento, pero era un hombre muy ajeno al mundo hispanohablante. Solo leí una cosita sobre él en un blog en castellano. Había también una buena cita de una frase suya en el blog de Arcadi Espada. Creo que eso fue todo, más las clásicas necrológicas de los periódicos.

Bernard Frank, sin «C», era lo mejor que se podía leer en Francia sobre la literatura francesa. Me explico: no decía nada sobre los libros publicados hoy en día en Francia. Le bastaba hojearlos para producir frente a su lector un movimiento perfecto de huida hacia los clásicos y hacia el menú de sus restaurantes favoritos. Sus relecturas del siglo XIX eran un caldo sabroso. No era un periodista, era más bien el gerente de las nostalgias francesas (la gran potencia que ya no es Francia, la gran literatura que ya no vemos en los autores contemporáneos), lo que justifica el malestar en el momento de su muerte para explicar la naturaleza de su trabajo. Incluso en su propia revista no lo podían presentar como un periodista que habla de nuestro mundo, más bien como una pieza de una época, después de la Segunda Guerra Mundial, cuando en Francia era posible pelearse con Sartre y beber cócteles con Françoise Sagan sin cambiar de barrio en París. Sagan fue la gran amistad de su vida. Una amistad de fanáticos de la literatura. Algo mucho más simpático que el negocio Sartre-Beauvoir.

Frank tiene varios títulos de grandeza: su pelea con Sartre, la creación del término «Húsares» para nombrar a los autores de derecha Roger Nimier, Antoine Blondin, Michel Déon, Jacques Laurent, y su famosa impotencia a la hora de escribir libros. No hizo más que recopilaciones de sus ánimos en la lectura de los clásicos y desánimos en el momento de añadir algo suyo a la herencia del pasado. No sé si el presidente Chirac hizo un gran favor a su país al decir, frente a la noticia de la muerte de Frank, que se trata de «uno de los más auténticos representantes de la mente francesa» (un des plus authentiques représentants de l’esprit français).

La muerte de Frank fue anticipada, por muy pocos días, por una biografía sobre su vida: Un vieil ami, de Henri-Hughes Lejeune (editorial Robert Laffont). El autor es un diplomático francés, amigo de Frank de toda la vida. Empieza el libro explicando que es imposible escribir sobre un amigo vivo y dice muy poco sobre su vida. Sobre todo, no dice nada sobre las mujeres de su vida, asunto mayor en la obra de un hedonista. A la única que se nombra es a una inglesa, Barbara Skelton. Y creo que Lejeune no consigue describir bien a la fenomenal Skelton.

Frank y Skelton vivieron juntos durante trece años. Frank huía, volvía, se quedaba, desaparecía de la casa que tenía Skelton en el sur de Francia. Era cobarde y genial, insoportable, poco maduro. Pero la verdad es que Frank no era tan interesante como Skelton. Ex modelo, amante dedicada al escándalo, consiguió meter en su cama al inspector de Scotland Yard que la visitaba para una investigación, y quedarse con plata del rey Farouk de Egipto que intentaba hacer el amor con ella y un látigo. Era una femme fatale de verdad. Fue una inspiración para Anthony Powell en la composición de A dance to the music of time, la única obra que puede competir, en ambición, con En busca del tiempo perdido de Proust.

Tengo las memorias de Skelton. Son dos libros publicados en un solo volumen de las ediciones Pimlico: Tears before bedtime (Lágrimas antes de ir a la cama) y Weep no more (No llorar más). No voy a a entrar en la lista de los amantes y maridos (tres) de Skelton y citar su tremendo humor. Pero me gusta apuntar que fue la esposa de Cyril Connolly (lo describe con ternura y suma precisión como «una ballena cansada») y fue amante de Bernard Frank y de Bob Silvers, el editor de The New York Review of Books. Si hablamos de crítica literaria, no hubo ni hay nada más importante para la calidad en Francia, Reino Unido y EE. UU. que estos tres hombres en la segunda mitad del siglo veinte. Es por ella, por Barbara Skelton, que me equivoqué en no decir nada de la muerte de Bernard Frank, sin «C».

Biografía

Jean-François Fogel es francés y tiene 58 años. Periodista y ensayista, trabajo para la Agencia France-Presse, el diario Libération, el semanal Le Point y el mensual Le Magazine Littéraire. Ha vivido una parte de su vida en España donde empezó una segunda carrera como asesor para empresas de prensa. Fue asesor del director del diario Le Monde, desde 1994 a 2002, y sigue trabajando en la concepción y la remodelación continua del sitio Internet creado por el vespertino. Es maestro de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano donde desempeña una línea pedagógica dedicada a la calidad periodística. Publicó varios libros sobre literatura francesa y sobre América Latina. Su último libro es un ensayo sobre el periodismo digital, Una prensa sin Gutenberg.