Artículos en El Decano

27 octubre 2008

REPORTAJE

Tobes, de pueblo fantasma a urbanización de lujo

Un empresario canadiense se ha comprometido a invertir 10 millones de euros en la rehabilitación de este pueblo cercano a Sigüenza y abandonado desde hace tres décadas El proyecto de Tobes contempla la reconstrucción del pueblo, tres restaurantes, un hotel spa, una escuela hípica, pistas de tenis y una piscina El alcalde de Sienes, Alfonso Cuadrón, confía en que la reconstrucción de Tobes pueda consumarse “para revitalizar la zona de Sigüenza”
Un lugar despoblado con casas, aunque estén por los suelos y sin gente, es un lugar que casi da miedo. Produce una sensación de fatiga en cualquiera que tenga una mínima sensibilidad por la cultura rural pasear por las calles arenosas de un pueblo fantasma. Produce tristeza caminar por sus rincones, entrar en sus casas sin tejados y fotografiar las plazas que un día tuvieron vida y hoy están muertas. Así es Tobes. Se trata de un pueblo abandonado hace tres décadas que sigue siendo pedanía del término municipal de Sienes. Está ubicado en la Serranía de Sigüenza, a pocos kilómetros de Riba de Santiuste y casi del límite con la provincia de Soria. El pueblo no tiene gente, pero ha sido escenario de varias películas en los últimos años. Ahora aspira a resurgir. Un empresario de origen canadiense aunque de madre alcarreña, Alejandro Seferian, ha presentado un proyecto al Ayuntamiento de Sienes para invertir 10 millones de euros en rehabilitar el pueblo y convertirlo en una urbanización de lujo. La Comisión de Urbanismo acaba de dar luz verde a esta iniciativa.
El Decano de Guadalajara, 05.09.08
Raúl Conde

El camino polvoriento y medio alquitranado que conduce hasta Tobes es un reguero de miseria que deja bien a las claras que lo que nos encontraremos, a poco más de quinientos metros, es algo que carece de vida. De otra forma, alguien se hubiera preocupado, por lo menos, en poner un indicador en el cruce con la carretera de Sienes. O tal vez un simple cartel a la entrada del pueblo. Porque, aunque parezca mentira, las veinte casas que conserva Tobes no son tainas aglomeradas en torno a una iglesia. En realidad, son un pueblo. Mejor dicho: lo era. Hace treinta años dejó de serlo. Los vecinos de Tobes vendieron sus casas a un grupo de empresarios que pretendió rehabilitar el pueblo. No lo consiguió. Falló la captación de agua y el proyecto cayó en la cuneta. Fue hace varios lustros. Entretanto, el pueblo ha ido a peor. Como no podía ser de otra forma, teniendo en cuenta el estado de abandono del que partía.

El paisaje que se encuentra ahora cualquiera que visite Tobes resulta desolador. No vive nadie. No hay ni un alma. Sólo acuden al pueblo dos rumanos que trabajan cada día en la recuperación de las galerías. Quizá también algún caminante de veraneo. El pueblo rebosa un silencio sepulcral por el que casi apetece huir corriendo. Las calles son caminos repletos de polvo, hierbas y piedras. La mayoría de las casas están destruidas. En algunas edificaciones sólo quedan los cimientos y varias paredes. En otras, el dintel de entrada y poco más. El ruido de los ventanos de madera chocando contra el aire concede al espacio un aire espectral, fantasmagórico. Dos o tres edificios conservan la numeración de lo que un día fueron travesías. Por el caño de la fuente de la vieja plaza no corre el agua. Casi todas las casas están valladas, acaso para evitar males mayores por si a algún atrevido se le ocurre entrar dentro. En una de las vallas de la plaza, se exhorta: “Prohibido el paso”. La iglesia está cerrada, pero es casi lo único que queda en pie de forma íntegra, al menos, la espadaña. Los rincones de Tobes están poblados de maleza, de zarzas y de pequeños arbustos que han crecido en lo que antaño eran los corrales de las casas. Sólo se oye cantar a los pájaros, y el vuelo de las moscas que este verano andan más pesadas de lo habitual. Los tejados permanecen casi todos hundidos, salvo alguno vetusto que aguanta las nieves y el paso de los años, y dos que han hecho nuevos, no se sabe quién. También hay un gallinero de un vecino de Tobes que ahora vive en Sienes, pero que sigue cuidando a sus gallinas. Debajo del caserío surge una retahíla de cuevas que, al parecer, servían para meter a los cochinos. No eran refugios de la guerra ni nada parecido. Su utilidad no alberga ninguna historia que, al cabo de los años, pudiera parecer romántica. Allí recluían a los cerdos antes de sacrificarlos. El topónimo Tobes procede de la piedra de toba, que era muy fácil de labrar. Esta piedra blanda provocó la aparición de las cuevas. Ahora son neveras naturales donde se cobija, fresco, el alma de un pueblo que sólo existe a medias.

Viviendas y ocio

A finales del pasado mes de julio, la Comisión Provincial de Urbanismo dio luz verde a la modificación del plan de ordenación municipal (POM) del término de Sienes, que afecta a Tobes. Esto supondrá la construcción de 183 viviendas. El proyecto es muy ambicioso y busca rehabilitar por completo el pueblo y sus alrededores. Incluye la reconstrucción de viviendas en el casco de Tobes y el levantamiento de unas 80 más en una zona nueva cerca del monte de rala, además de la recuperación de las viejas casas del pueblo, siempre conservando la arquitectura tradicional serrana. El impulsor de esta idea es Alejandro Seferian Calvo, un empresario de origen canadiense afincado en Granada, provincia en la que ha construido hoteles de lujo, urbanizaciones y chalets. Su madre era de Guadalajara y revela que dio con el lugar “a través de un pastor de la zona”. Según explica, el proyecto de Tobes, además de la parte residencial, contempla dos o tres restaurantes, un hotel spa, una escuela hípica para niños con seis cuadras para caballistas, una pista de tenis, una piscina y un minigolf. El promotor pretende incluso aprovechar las galerías que subyacen debajo del suelo como comedor para alguno de los establecimientos. Seferian considera que “el pueblo y la zona tienen un enorme atractivo turístico y cultural” y por ello se muestra convencido de su explotación económica. Las viviendas se rehabilitarán –avanza el constructor- respetando la arquitectura que ya existe: muros de piedra originales, teja antigua y materiales adecuados. La inversión total asciende a 10 millones de euros, una cifra astronómica que parece incluso corta para todo lo que se quiere hacer y dado el estado de ruina casi absoluta del pueblo.

El alcalde de Sienes, Alfonso Ángel Cuadrón, jubilado como profesor universitario de Ciencias Políticas y Sociología, cuenta que el empresario interesado en esta iniciativa llegó a Tobes “casi por casualidad, por medio de otras personas, el caso es que nos presentó este proyecto, en el Ayuntamiento lo aprobamos porque nos parece correcto y ahora estamos a la espera de que supere todos los trámites de la Administración”. Al parecer, el proceso puede alargarse hasta principios de 2010, en el mejor de los casos. A partir de ahí, si consigue la bendición total, empezaría a ejecutarse. El alcalde de Sienes confía en que salga adelante: “el ayuntamiento cobraría las licencias de obras y demás, y esto viene muy bien para el pueblo, pero lo más importante es que el proyecto revitalizaría por completo toda la comarca, no sólo Tobes”. El municipio de Sienes tiene actualmente 80 habitantes censados y su presupuesto anual ronda, arriba o abajo, los 100.000 euros.

Villa Orson

El proyecto de Alejandro Seferian y su empresa no es el primero que pretende devolver la vida al pueblo de Tobes. Existen precedentes singulares. El más original fue el que impulsó el cineasta Jorge Viroga. En octubre de 2000 creó la asociación cultural “Orson the Kid”, destinada a una escuela de cine para niños. Era un proyecto hasta aquel momento inexistente en España y Europa. La actuación más ambiciosa pasaba por convertir el pueblo de Tobes en Villa Orson. Un lugar propio en el que realizar cursos, campañas de verano, seminarios y el resto de actividades. En una entrevista concedida a la desaparecida revista “Siglo XXI”, en junio de 2004, Viroga explicaba la elección de Tobes fue casual: “andábamos buscando unos terrenos donde instalarnos y alguien nos habló de un lugar donde incluso se incluía un pueblo abandonado, evidentemente esto superaba nuestras mayores aspiraciones”.

Jorge Viroga es un uruguayo que llegó a España para asistir a un congreso de 20 días y lleva más de 20 años. Su objetivo era convertir a Tobes en un importante centro de creación artística en el ámbito del celuloide, y con distintas instalaciones: plató, aulas, talleres, salón de actos, cocina y despensa, lavandería y dormitorios. Todo lo tenía previsto. Las casas de Villa Orson, o sea, de Tobes, iban a llamarse por el nombre de artistas nacionales e internacionales desaparecidos: Buñuel, Chaplin, Berlanga, Hitchcok. Y sus calles iban a adoptar nombres de películas del cine universal: Calle Mayor, Casablanca, Rashomón… Por si fuera poco, se iba a dotar a la villa del ‘Parque Welles’, en el que se pediría a todos los artistas de prestigio que participen en las actividades de Orson the Kid que planten un árbol. En Villa Orson se rodaron varias películas. Por ejemplo, “El Guardavías”, basada en el cuento The Signalman, de Charles Dickens, que fue el primer largometraje de “Orson the Kid”. Varios vecinos de Sienes fueron animados a participar como extras en varias cintas. La película, sin embargo, no tuvo un final feliz y el proyecto de Jorge Viroga se fue al garete por falta de financiación. “Para esta iniciativa necesitaremos, como mínimo, otra veintena de apoyos. Confiamos en que lleguen”, contaba Viroga hace cuatro años. No llegaron y Tobes volvió a perder otra oportunidad para renacer. Quién sabe si la ocasión que ahora parece que el destino le vuelve a brindar será la última. Y la definitiva. Quién sabe si algún días las calles de Tobes recuperarán la esperanza.

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Despoblado desde los setenta

La historia de Tobes se remonta a la Edad Media, posiblemente al siglo XI. El pueblo se compone de veinte casas, una iglesia con un mínimo cementerio, una fuente y algunas cuevas donde los vecinos del pueblo engordaban a sus cerdos antes de la matanza. Tobes pertenecía a Villacorza hasta que este pueblo pasó a depender de Sigüenza. Entonces Tobes se convirtió en pedanía de Sienes. La despoblación se consumó a principios de los años 70, aunque el proceso fue progresivo. Desde entonces, varias casas se han ido hundiendo progresivamente hasta alcanzar el actual estado de abandono total y de ruina que sufre en la actualidad. En su voluminoso libro “Crónica y guía de la provincia de Guadalajara”, publicado en 1983, el cronista provincial Antonio Herrera Casado escribía en la entrada de Sienes: “En su término y por algunas desviaciones breves del camino que lleva desde Riba de Santiuste a Sienes, encontramos dos reducidísimos enclaves, hoy ya despoblados por completo, pero que mantuvieron vida hasta los años sesenta del siglo XX”. Uno es Querencia. El otro es Tobes, “que muestra aún su caserío en buenas condiciones, con bellos ejemplos de arquitectura popular, y una gran fuente con hermoso pilón, todo de piedra tallada”. Hoy, más de veinte años después, ya queda bastante menos de su arquitectura. Y lo que queda, en pésimo estado.