La Garlopa Diaria

17 mayo 2007

La fuerza de un sentimiento


Dice Valdano que el fútbol sólo pertenece a los futbolistas. Seguro que es así, pero también a los dioses, que deciden con su varita quién está condenado a la gloria o quién debe descender a los infiernos. En el caso del Espanyol, aunque haya perdido su segunda final de la copa de la UEFA, aunque haya perdido su segunda final europea en la tanda de penaltis, no puede decirse que haya bajado al infierno. Más bien al contrario. Los aficionados pericos podemos sentirnos ahora más orgullosos que nunca de lo que somos, de lo que representamos y, sobre todo, de lo que vamos a seguir siendo.

La final contra el Sevilla se perdió por una mezcla de fatalidades. Algunas se pueden controlar, como el exceso de ímpetu en la segunda entrada de Moisés, que le costó la expulsión. Y otras son incontrolables, como la suerte del campeón en los penaltis o la ventaja de una decisión arbitral, como mínimo, rigurosa y al borde del reglamento. Pero el Espanyol dio la cara y, como había avisado Zabaleta en varias entrevistas, “el equipo le echó huevos”. No fue suficiente. No sé qué demonios tiene que hacer el Espanyol para ganar la UEFA. Esta vez ha acabado el torneo imbatido (11 victorias y 4 empates), con el máximo goleador (Pandiani) y con dos o tres victorias de las que dejan huella, al Ajax, al Benfica y al Werder Bremen. Contra el Sevilla, posiblemente, el equipo más en forma de Europa en estos momentos, se mostró superior cuando en el campo jugaban 11 contra 11. Luego llegó la decepción, con el gol de Kanouté en la prórroga; más tarde el éxtasis, con el gol de Jónatas, y luego la debacle, la puta desilusión que es la marca de la casa de aquellos clubes, como el Espanyol, como el Atleti, como tantos otros, que no necesitan de copas de europa ni de fichajes millonarios para generar ilusión.

El destino tenía reservado el final más cruel posible para un perico. Pero esta tanda de penaltis, y esta final, y este club, y estos jugadores, poco o nada tienen que ver con aquellos que perdieron hace 19 años en Leverkusen. “En aquel partido, Clemente no quiso jugar con los mejores. En este han jugado los mejores”, escribe hoy Tomás Guasch. Estoy totalmente de acuerdo. Y además se puede añadir: aquel equipo tenía poco más de 10.000 socios. Hoy somos 30.000. Aquel equipo no fue campeón de nada. Hoy podemos contar dos Copas del Rey en seis años. Aquel equipo se desmanteló después de la final perdida. Hoy existe un proyecto deportivo que aceptará cambios, pero no terremotos. Y, sobre todo, el Espanyol es hoy un club con poco dinero, pero con una cantera extraordinaria, quizá la mejor de España. El Espanyol jugó la final contra el Sevilla con media alineación fruto de la cantera. ¿Cuántos equipos de Europa pueden decir lo mismo?

A lo mejor la gloria, como dice Astruells en El Mundo Deportivo, sólo está reservada para los que tiran de talonario y presumen de sevillanía jugando con tres brasileños, un serbio, un danés, un italiano y un señor de Mali. Como dice mi amigo Ángel, Del Nido y compañía son los nuevos ricos del fútbol español. Se les va la fuerza por la boca, pero algún día les llegará su San Martín. Presumen demasiado, han asumido muy pronto su papel de favorito y el golpe, como el que se ha dado el Deportivo de la Coruña en los últimos años, puede ser de los que hacen época. En todo caso, felicidades por las dos UEFA. España dio ayer un ejemplo de cómo se tiene que jugar al fútbol en una final europea, nada que ver con aquel Milan-Juventus de la Champions que a poco nos hace perder el deseo por este bendito deporte.

Y qué más puedo decir. Que estamos jodidos. Lo ha dicho Tamudo y representa a todos los españolistas. Sólo nosotros somos capaces de no perder ningún partido en una competición y, en cambio, acabar subcampeones. Estaremos jodidos durante dos días. Al tercero levantaremos la cabeza y estaremos orgullosos de lo que el equipo ha sido capaz de hacer. Y de los 13.250 valientes que lloraron en el Hampden Park. Y de los 400 que se quedaron en tierra en El Prat. Y de los más de 10.000 que se emocionaron en el Palau Sant Jordi. Y de todos los miles de pericos que lo siguieron en 8 pantallas gigantes por toda Cataluña. También de los pericos que hoy estamos lejos, en Madrid o donde sea, pero lejos de Barcelona. Esto es lo que en el campo la Curva Jove ha llamado “la fuerza de un sentimiento”, que no se explica, que tampoco se entiende, sino que se vive.

Las finales se han inventado para ganarlas. De acuerdo. Pero sólo las puede ganar, o perder, el que las juega. ¿Un consuelo? Es posible, pero también una realidad. Así que ánimo pericos y a seguir disfrutando de nuestra religión.