La Garlopa Diaria

18 junio 2008

Nosotros

Comencé el día acongojado por problemas cotidianos que absorben el seso. Cuestiones que nos hacen ver una montaña donde hay un grano. Cosas que quitan el sentido. Que nos desgarran. Que confunden nuestras sensaciones y nos hacen cambiar de marcha. A veces son asuntos de calado. En otras escampa rápido. Pero atacan por igual y hacemos copartícipes a nuestro entorno de las neuras que nos pertenecen. Imponemos una visión, o lo intentamos. Los antropólogos llaman a eso etnocentrismo porque situamos el “yo” en el centro de todo, aunque en realidad, siendo sinceros, no estamos ni en la periferia. Cuando alguien viene a darnos un beso, lo despreciamos sin demasiado disimulo. Cuando alguien se acerca y te pregunta qué tal, respondemos con estupideces. Cuando se preocupan por nosotros, utilizamos las evasivas como paraguas. Fingimos que nos importa lo ajeno. Y quede claro que no es terreno exclusivo de los hipocondríacos. Afecta a todo Dios, incluidos aquellos que dicen no necesitar la aprobación de los demás para sobrevivir. No nos damos cuenta que casi todo en esta vida tiene solución. Casi todo.

Vargas Llosa sostiene que el mundo de la ficción nos enseña lo que queremos. La literatura es una defensa de la frustración, de todo aquello que hace amarga o negra la existencia. Consigue evadirnos. Distrae, pero también atormenta. Lo curioso es que pocas veces nos paramos a pensar el calibre verdadero de nuestros problemas. Para nosotros es lo más importante del mundo. Para el resto, una nimiedad. Una discusión en el trabajo, un examen, un robo en el coche, una bronca con la pareja, una vecina maleducada. Cualquier detalle.

Comencé el día preocupado por algo que me atenaza. Por la mañana encontré una copia del programa de Eduard Punset. Es un mano a mano con el oncólogo que le trata en un hospital de Barcelona. Lo ha emitido La 2, que es como el ángel que llama a nuestra conciencia. Al otear sus palabras empecé a entender la dimensión de lo que la mayoría de los mortales considera problemas. Punset tiene cáncer de pulmón. Antes había reparo en mencionar esta palabra. Ahora se exuda sin ambages, acaso con fines terapéuticos. Punset lo ha reconocido a los cuatro vientos y ha extraído lecciones de todo lo que le cuentan las enfermeras. La conversación con su médico es un canto a la vida y un ejemplo de superación. De optimismo. O quizá de un realismo mesurado acorde con los rasgos de nuestra existencia. Qué grande Punset. Cualquier contratiempo se empequeñece escuchándole contar el horror que supone recibir quimioterapia. Todo el mundo sabe de sus efectos positivos, pero casi nadie habla de los negativos, viene a decirnos. Y no deja de ser veneno por nuestro cuerpo.

Madrid amaneció ayer con sol. Pero luego aparecieron las nubes y se estropeó la mañana. Al mediodía, cuando los problemas se enfoscan de forma irremediable, encontré otra noticia que me dejó clavado y casi sin ganas de escribir este comentario. Las agencias informaron desde Varsovia de la muerte del judío encargado de vaciar los cadáveres en las cámaras de gas de Auschwitz. Se llamaba Henry Mandelbaum y tenía 85 años. Fue uno de los jóvenes seleccionados por las SS para hacer, quizá, el peor trabajo del siglo XX. “Yo quería vivir y debía hacer ese trabajo, aun cuando iba en contra de mí. Negarme habría significado la muerte», dijo a France Press en mayo de 2006 según recoge ABC. Sus padres murieron asesinados en las cámaras de gas donde él se encargaba de retirar a los muertos. Tal vez a sus propios padres. El finado fue testigo de las peores salvajadas que se cometieron en Auschwitz, lugar al que calificó de infierno: “todo lleno de humo y de fuego”. Murieron 300.000 judíos húngaros en apenas dos meses. Mandelbaum se salvó. Luego convirtió en eje de su existencia hacer pedagogía de la paz. Advirtió del peligro de los totalitarismos. Su vida dignifica la condición humana. Pero su caso estremece. En sus tiempos de mozo, en la flor de la vida, huérfano, ni siquiera tuvo la oportunidad de intentar ser feliz. Tampoco la adolescencia que todo bien nacido se merece.

¿Problemas? ¿Qué problemas?