Galve de Sorbe

3 marzo 2006

La antigua capital del señorío de los Estúñiga muestra sus encantos en un entorno de gran belleza

Galve de Sorbe, Villa Condal de la Sierra

El castillo del siglo XV, las ermitas y las picotas son los máximos exponentes del esplendoroso pasado de esta villa
Raúl Conde

Galve de Sorbe se yergue altivo en pleno Macizo de Ayllón, en la ladera norte de la sierra del Alto Rey, con el referente de su formidable castillo medieval del siglo XV. La actual fortaleza, levantada por Diego López de Estúñiga, se asienta sobre un cerro plano muy próximo al pueblo, lugar donde el Infante don Juan Manuel construyó otro castillo en el s. XIV. Hoy es uno de los vestigios de mayor valor histórico de la zona, sobresaliendo su torre del homenaje, siendo ésta según el célebre cronista Provincial Dr. Layna Serrano, “la más bella de las conservadas en los desmochados castillos de la provincia”. Se compone de cinco plantas con escalera y escudos de los Estúñiga al exterior. Son dignos de mención las murallas y los fosos.

Pero el encanto de Galve no reside únicamente en el castillo; radica también en su atractivo conjunto urbano y rural. Galve es una población de cierta entidad que aguarda al visitante con sus renovadas casas de sólida arquitectura, alejada de las lajas de pizarra negra que proliferan en núcleos del contorno. Denotan este tipo de edificaciones la sobriedad social y económica del pueblo, sin duda, cimentada en su pasado extraordinario. En tiempos de la Reconquista y la Repoblación fue sede, junto a Ayllón, Atienza y Almazán, de un arciprestazgo perteneciente a la diócesis de Sigüenza. La historia de Galve señala también que, al igual que Ayllón, Sepúlveda o Atienza, fue cabecera de un viejo Señorío, de un Condado –cuyo título ostentan hoy día los Reyes de España- con un territorio que se extendía por los pueblos de Valdepinillos, La Huerce, Zarzuela de Galve, Valverde de los Arroyos, Umbralejo y Palancares.

Galve de Sorbe llegó a ser enclave de gran relevancia en los siglos XV y XVI, y prueba de ello es que a pesar de encontrarse bajo la tutela de su señor feudal, el conde de Estúñiga, logró personalidad jurídica, como lo demuestran los dos rollos -las picotas góticas- en las que se simbolizaba el poder jurídico. Una de ellas, muy simple, se sitúa en el Parque Infantil, que comunica con la segunda, levantada en medio de la plaza Mayor, al lado del Ayuntamiento. Se trata de una gruesa columna de unos 4 metros, apoyada sobre doble pedestal y rematada por un pináculo del que salen en cruceta cuatro brazos. Es probable que de estas bocas se colgaran las argollas a las que eran encadenados los reos de haber violado la jurisdicción del conde de Galve.

Atesora la villa tres ermitas, situadas todas ellas en los alrededores del pueblo. Reciben el nombre de la Soledad, San Antón y la Virgen del Pinar, siendo ésta la más interesante. El merendero situado justo enfrente es una buena morada para el viajero. De nuevo en el pueblo, la plaza Mayor se muestra elegante, coqueta, de un acentuado corte clásico castellano. Aquí hallará el visitante la fuente antigua de cuatro caños, la mencionada picota gótica, además de la Casa Consistorial, con sus tradicionales soportales. Todo un mundo de sorpresas por descubrir que se completa con los parajes del contorno. El nacimiento del río Sorbe, los bosques propicios para practicar la caza, las vistas impresionantes que se pueden presenciar desde el castillo y los pinares cercanos al caserío elevan la hermosura del lugar.

Por otra parte, en el aspecto turístico, y en una zona en la que no sobran muchos restaurantes, hoteles y demás establecimientos, la villa de Galve ofrece una humilde pero más que suficiente red de servicios, con capacidad para atender la demanda de los propios lugareños y de las numerosas personas que nos visitan cada año.

Galve de Sorbe, con su excepcional pasado, su rico folklore y su atractivo patrimonio, suscita siempre las admiraciones del público que asiste atónito al paisaje: ínfimos huertecillos, exiguos pero encantadores detalles románicos y la personalidad propia de sus casas de arquitectura popular. Una villa señorial y tranquila idónea para el verano. A las puertas del Hayedo de Tejera Negra, siendo principio o fin de la ruta del Románico rural de Guadalajara, Galve se presenta ante el viajero como un emergente núcleo turístico de gran sabor y tradición.

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Los danzantes, una fiesta tradicional en pleno auge

La fiesta de los Danzantes de Galve de Sorbe es una histórica tradición que, después de ser recuperada con gran esfuerzo, se encuentra ahora en plena fase de consolidación y promoción. El Grupo de Danzantes está compuesto por ocho bailadores más el Zarragón, personaje que se encarga de proteger y vigilar al resto. Se completa el grupo con dos dulzaineros provistos de “gaita” y tamboril.

Las Danzas, de carácter ritual y origen celtibérico, son en su mayoría del tipo de paloteo, si bien las castañuelas y las cintas también intervienen en algunas piezas. Esta ancestral manifestación folclórica, declarada por la Diputación de Guadalajara como Fiesta de Interés Turístico Provincial, consigue atrapar muy rápido a todo aquél que se acerca a ella, no sólo por la singularidad de las danzas, sino también por la vistosidad de los trajes. Al son de la fina música de los dulzaineros, los danzantes golpean con fervor y pasión sus palos de madera “mariselva” para disfrute de los visitantes y de los propios lugareños. Guardada con un escrupuloso celo durante muchos años en el acervo festivo de Guadalajara, la fiesta de los Danzantes de Galve resurge del letargo en el que estaba sumida y se dispone a recuperar la grandeza y solemnidad de antaño. Para conseguir este propósito, el Grupo se ha formado con la presencia de jóvenes, se ha logrado la mencionada categoría, se está estructurando su organización para adecuarla a los nuevos tiempos con el respeto debido a su historia y se ha iniciado un adecuado período de difusión que comienza con las actuaciones fuera de Galve.

Los danzantes y el zarragón actúan con motivo de las fiestas patronales de la villa, el tercer fin de semana de agosto. Realizan el toque de diana pidiendo la voluntad por todas las casas, la procesión a la ermita de la Virgen del Pinar y, por la tarde, actuación popular en la plaza Mayor. Entre el repertorio de danzas, cabe destacar “Las Cadenas”, “Es María pura y bella”, “El Cordón”, “Tero-Lero” y “El Castillo”, en la que los danzantes forman una torre humana que corona con uno de ellos boca abajo.