Camilo José Cela

6 junio 2006

60 ANIVERSARIO VIAJE A LA ALCARRIA

“Guadalajara le debe más a Cela que Cela a Guadalajara”

Entrevista con Francisco García Marquina, poeta y biógrafo de Camilo José Cela
“Se puede hablar de personajes reales o ficticios en Viaje a la Alcarria, pero los dos son verdaderos. Gracias a la ficción literaria, se conserva una época, una tierra y una manera de vivir” “Hay libros, como Viaje a la Alcarria, que crean un imaginario que sobreviven a la región. Son testigos de un tiempo y de una sociedad que ha desaparecido” “Cela era muy agradecido con Guadalajara pero su relación empeoró por tintes políticos y porque se hizo mayor y a Marina Castaño le gustaba la ciudad” “El rasgo personal que más me impresionó de Cela es que tenía una confianza enorme en sí mismo”
Nueva Alcarria, 06.06.06
Raúl Conde

Justo antes de aparecer Marquina en el café Gijón, lugar citado para la entrevista, sale por la puerta Marina Castaño. Acaba de conceder unas declaraciones a la televisión. “El sábado la veré en una fiesta”, dice. Marquina le envió su libro pero la marquesa viuda de Iria Flavia le ha dado la callada por respuesta. Francisco García Marquina habla en un tono bajito, apenas perceptible entre el tumulto de este mítico rincón de Recoletos. Escritor, periodista, biólogo, amigo y biógrafo de Cela después de la publicación de “Retrato de Cela”, una auténtica enciclopedia celiana. Conoció al Nóbel en la intimidad, así que sabe de lo que habla cuando dice que tenía dos caras: la pública, a través de un personaje construido a su medida, y la privada, mucho más sentimental. Se declara un apasionado de la obra de don Camilo pero no duda en calificar cada uno de sus libros, los que son excepcionales “y lo que son una castaña”.

¿Cuándo conoce a Cela?
Yo leí el Viaje a la Alcarria y me pareció un libro magnífico porque concierne literatura y naturaleza, que son las dos cosas que me motivaban. A partir de entonces fui siempre siguiendo la senda que me llevaba La Alcarria. Cada paso que daba me iba acercando al molino de Caspueñas. Aparte de esto, empecé a escribir sobre la literatura de Cela y la viajera y dentro de ella el Viaje a la Alcarria. Empezamos a tener una relación epistolar. Y luego personalmente le conocí cuando nos presentó el poeta García Nieto. Camilo sale a hacer el viaje a la Alcarria de Alcalá, 185, que hacía esquina con Mártires Concepcionistas, al lado de Manuel Becerra. Yo tenía nueve años pero mi padre me recordaba conversaciones con Cela, éramos vecinos. Era un hombre singular, divertido, atroz. Hay otra historia de aquella época: teníamos el mismo peluquero que subía a arreglarnos el pelo. Era un tal Julio, que pasados los años que me contaba una historia pasada, que es que Camilo tenía en su casa colgada de un clavo una sola alpargata de cáñamo de la que utilizó para el viaje a la Alcarria. Le preguntó que por qué una y Cela le respondió: “es que esa me salió muy buena”. Desde sus primeros años de escritor ya iba haciéndose notar.

¿Qué le atrajo?
Sobre todo la obra literaria, en la que se juntaba una gran calidad narrativa y un poso de naturaleza que me gustaba mucho. Además yo hacía mis pinitos de poeta, procuraba encontrar toda la vena lírica que había en Camilo. El “Viaje a la Alcarria” es una voz muy pausada, sin ningún recurso emocional.

¿Prefería el Cela novelista o el escritor de viajes?
En todos los géneros Cela ha destacado. Naturalmente, no en toda su producción porque, como decían los de la Generación del 27, no se puede ser siempre estupendo. Precisamente una de las cosas por las que mi biografía puede ser recibida con recelo en la Fundación Camilo José Cela es porque hace una presentación de Cela crítica y no sólo positiva. Cela tiene unas novelas muy buenas que para mí son La colmena, Mazurca y Pascual Duarte. Son las mejores, esto no significa que sea malo San Camilo, simplemente es mi preferencia. Pero luego tiene una larga serie de apuntes carpetovetónicos, sobre la España árida, y una selección de libros de viaje, y no se puede comparar la calidad del Viaje a la Alcarria, que fue el primero, con el segundo. No se puede equiparar el viaje a Andalucía con Del Miño al Bidasoa. Son diferentes.

Ahora las distancias se han hecho muy cortas, pero en 1946, ¿viajar desde Madrid hasta la Alcarria era una aventura?
Sí, era una aventura porque había siglos de diferencia entre la corte, el ambiente intelectual, y la España rural, profunda, que estaba todavía en la Edad Media. Era una larguísima distancia. La aventura no era la distancia sino en calidad de vida y concepción de vida que tenían las personas.

¿Fue realista Cela en la descripción de la Guadalajara de finales de los cuarenta?
Realista es la literatura de Cela en general, porque parte de hechos reales. Cela no fabulaba mucho. No era un hombre que tuviera un exceso de imaginación. Era un excelente narrador, un hombre inteligente con facultades para la parodia. Lo que pasa es que cuenta una realidad que en sí es portentosa. Parte de una realidad prodigiosa y al final su discurso es fabulador. Hay diferencia entre la realidad y la realidad mágica de Cela. Otra posible respuesta es cuales son los personajes reales y cuales inventados, por ejemplo, en el Viaje a la Alcarria. Hay personajes que encontró y otros inventó. Fueron más los primeros. Era real el rata o el talabartero pero era inventado el peluquero tío Gato. Pero eso no tiene la menor importancia. Los personajes reales se salvan por la ficción literaria. Se puede hablar de personajes reales o ficticios, pero los dos son verdaderos. Gracias a la ficción literaria, se conserva una época, una tierra y una manera de vivir, con lo cual acierta en los valores antropológicos y científicos, como decía Gustavo Bueno de “La colmena”

Hay críticos que le acusaron de frívolo, de estar más pendiente del niño que mea, o de sus siestas, que de la miseria de aquellas gentes.
Sí, por ejemplo Ridao, que le acusa de cruel. Hay situaciones aparentemente frívolas, pero que tiene un gran contenido. Por ejemplo, cuando Cela dice que hay un autobús atestado de gente y levantando una polvareda. Esto parece una nimiedad, pero esto te explica las condiciones de vida de la época. Que las carreteras no están asfaltadas, que pasan muy pocos coches y que los autobuses van llenos. Cuando la posadera de Torija mira una luz de la bombilla apagada, y dice: luego al amanecer luce como el sol, ya verá usted. Eso es muy explicativo. O cuando hablando de los picapedreros de Valdenoches, dice: cuando pasa el carro, ni levantan la cabeza. Eso es que están humillados. Debajo de esa escritura aparentemente ingenua, hay un gran calado. Ridao le acusa de impiedad y de burlarse de los alcarreños. Hay mucha gente que piensa que Camilo es cruel con los personajes de la Alcarria, pero al fin y al cabo es una forma de denunciar la realidad, y se le tolera porque es una finalidad. Hay una ley literaria del contraste, que es lo que me pasa a mí con el libro sobre Cela: si yo me descuelgo soltando un panegírico sobre Cela, no tendría ningún valor crítico. Para ser creíble que “La colmena” me parece una novela excepcional, tengo que decir que “El asesinato del perdedor” es una castaña. Hay que tener un rigor. Ridao se equivoca y actúa muy visceralmente. Dice que Cela se ríe y desprecia de los alcarreños, y Ridao dice: y estos alcarreños, encima, le ríen las gracias. Luego eres tú el que estás pensando que los alcarreños son gilipollas.

Puede haber algún pasaje de burla, pero quizá es utilizado como un elemento literario.
Claro, efectivamente, son elementos escénicos que tienen su razón de ser y que forman un complejo. Hay una cosa muy curioso que me contaba Tomás García Yebra, que conoció a Cela en las Navas del Marqués. Este periodista representa el develador de Cela por amores contrariados, que es lo que le pasa al Chani [Antonio Pérez Henares]. A Chani le hubiese gustado que le dijera que es bueno, entonces Cela sería cojonudo. García Yebra le da caña pero se nota que le quiere. Un ejemplo de burla es con las putas, que literariamente se burla de ellas pero en el trato personal era muy cariñoso, pero muy cariñoso. Se compadecía de ellas y les daba una propina. Como escritor, la burla la usaba como elemento literario.

¿Los personajes que aparecen, aunque son reales, son la mayor aportación literaria del libro?
Él como caminante no es un narrador omnisciente porque no sabe lo que va a pasar, describe las cosas según se las va encontrando. Es más novela porque tiene muy viva la temporalidad. Es una novela de aventuras: pasa hambre, le muerde un zorro, le pica un gato, le meten en la cárcel… Otro protagonista es el lenguaje, diverso, que va definiendo la situación de las personas, con la Guardia Civil, con la maestra… Tiene un dominio portentoso del lenguaje, tenía una capacidad paródica muy grande, era un gran imitador, era muy divertido.

En su último libro le llama usted el “gran farsante”.
Sí, Cela era un personaje literario en sí mismo. También eran farsantes Valle-Inclán, o De la Serna. Una cosa es lo que decía y otra lo que hacía. Cela no decía mentiras, sino que se inventaba las verdades. No trataba de engañar.

¿Cela convivía con normalidad con esa capacidad que tenía de crear tanto adhesiones inquebrantables como odios irreconciliables?
Le importaba muy poco que hablasen mal de él, formaba parte de su comicidad. Cela no dejaba indiferente a nadie.

¿Existen ahora muchos ‘animales literarios’ como Cela?
Hay pocos, hombre hay alguno como Luis Antonio de Villena, como Antonio Gala. Personajes escandalosos no muchos. Cela era muy peleón.

José Mª Pozuelo Yvancos ha escrito que “lo que cabe pedir a un libro de viajes es que sea capaz de crear un paisaje, inventarlo, de forma que ya no pueda hablarse de ese paisaje sin que el libro venga a la memoria de los lectores”. ¿Qué se inventa Cela en la Alcarria?
Eso lo da el tiempo que va transcurriendo. Todo ese imaginario no se improvisa y el libro es un buen libro, sino hubiese pasado inadvertido. Hay libros que crean un imaginario que sobreviven a la región. Son testigos de un tiempo y de una sociedad que ha desaparecido.

¿De la Alcarria de Cela no queda nada?
Queda un libro, pero no queda nada. Todo se va deteriorando y transformando. El paisaje también cambia. A las tetas de Viana le han salido la central de Trillo.

¿Es cierto que Saramago imitó el estilo de Cela para escribir su Viaje a Portugal?
Reconoce que es un homenaje a Cela porque le impresionó el libro. Saramago, como Arturo Barea, es gente de esta cuerda y estimaba mucho el Viaje a la Alcarria.

¿Viaje a la Alcarria creó escuela?
Sí, los discípulos pueden ser José Antonio Vizcaíno, Armando López Salinas, Ramón Carnicer. Lo mismo que Pascual Duarte creó escuela en el realismo social. Y luego hay una zona intermedia porque, por ejemplo, “Campos de Níjar” tiene cosas de Viaje a la Alcarria y del realismo social.

¿Cela se nutre de la generación del 98 para escribir su libro?
Sí, tenía una gran devoción por Baroja, por Valle-Inclán y por Azorín. Se sentía discípulo de Baroja por varias razones, más bien de tipo de personal. Pero Cela tiene más de Valle que de Baroja y algo de Azorín, aunque como decía Borges malévolamente tenía estilo pan rallado.

César Alonso de los Ríos ha escrito que “Viaje a la Alcarria” es el libro más hermoso de Cela, el más verdadero. ¿Está de acuerdo?
Es muy difícil y muy injusto poder decir eso, pero a mí me gusta muchísimo. La primera vez que lo leí, a mis diecisiete años, teníamos una tertulia literaria en el café Celaya, en la calle Menéndez Pelayo esquina Alcalá, en Madrid, y ahí apareció un amigo, Antonio Córdoba, diciendo que se había publicado el libro de Cela.

¿Le sorprendió a Cela el éxito del “Viaje a la Alcarria”?
No tuvo éxito inicial, sino posterior. Lentamente. No fue una salida explosiva, al principio no se vendió bien pero fue poco a poco. Es un libro que tiene ventas superiores a un best-seller sin serlo. La última cifra es que ha vendido 11 millones de ejemplares.

¿Qué recuerda de los momentos que vivió junto a Cela cuando le concedieron el Nóbel?
Ah, muy buenos, era un hombre que acaparaba. Ese año no hubo más que un premio Nóbel, que era el de Literatura.

Usted dice en su último libro que aporta como aval para escribir la biografía de Cela el haber “estado muy próximo a su persona y a su pensamiento a lo largo de sus últimos diecisiete años de vida”. ¿Cuál es la principal lección que ha extraído?
Como escritor, lo mejor de él fueron épocas anteriores. Como persona, quizá uno de ellos es la confianza que tenía en sí mismo. La gran seguridad que tenía en su persona y, sobre todo, el entusiasmo, porque era un hombre mayor y seguía teniendo entusiasmo. Hasta el día de su muerte estuvo haciendo proyectos. Nunca llegó a ser viejo. No alardeaba de su experiencia ni de ser viejo. Tenía ganas de dar guerra.

¿Se le ha guardado respeto después de su muerte?
Qué quieres que te diga. Los que han sacado libros, hasta ahora, son libros de oportunidad, libros para ser vendidos. Todos. Empezando por el de Umbral. Y tienen una buena venta, aunque sea efímera. Él tuvo un secretario, que era Gaspar Sánchez Salas, que amenaza con el tercer libro de cotilleos y de insultos a Marina, y ese aparece en Salsa Rosa, en Aquí hay tomate, en Gente. Y cuenta obviedades o irrelevancias. Luego hay otros que también se aprovechan de Cela atribuyéndose una proximidad, como si hubiesen sido íntimos en vida.

DETALLE

“Camilo era un hombre violento y molesto para la izquierda política de Guadalajara”

¿Guadalajara le debe más a Cela que Cela a Guadalajara?
Hombre, si llevásemos una contabilidad, quizá le debe más La Alcarria a Cela porque Cela con el libro les ha difundido en muchas lenguas la Alcarria a todo el mundo. Ahora, ¿qué le debe Cela a la Alcarria? Naturalmente, una relación simbiótica de las que se benefician los dos. En aquella época, aunque te parezca una tontería, le limpió de la tuberculosis que tenía. Salir al campo y respirar aire balsámico le vino muy bien. Y luego escribió una buena obra. Él intentó ir a las Hurdes, pero aquí en el café Gijón se lo desaconsejaron entre varios amigos, por ejemplo, José María Alonso Gamo, de Torija, o Benjamín Arbeteta, cuyo padre era alcalde de Cifuentes. De todas formas, recién terminado el viaje a la Alcarria, anunció el proyecto de ir a las Hurdes, yo tengo una carta en la que habla de ello, pero luego no fue.

¿Qué clase de sentimientos le provocaba Guadalajara?
Cela era muy agradecido con aquellos que le trataban bien. En Guadalajara siempre le apreciaron mucho y tenía una relación buena a varios niveles. Una, con los personajes de su libro, tuvo amistad con Paco Cortijo Ayuso y otros. Segundo, con las autoridades provinciales, que le ponían calles y le daban homenaje y a él le gustaba eso mucho. Y luego, con los poetas locales, con toda esa pandilla de José de Juan, Eugenio Aguilar, Perdices. Luego progresivamente fue perdiendo la relación. Pero el hecho de que le gustaba La Alcarria lo prueba el hecho de que durante años vivió en Guadalajara, donde le dieron el Nóbel, donde se casó, donde le hicieron marqués, donde dio su fiesta de cumpleaños. Lo que ocurrió es que las relaciones se empeoraron por dos motivos: por un tinte político, Camilo era un hombre de derechas o conservador pero socialmente no intelectualmente. Camilo, como todo intelectual, era un hombre de izquierdas porque le gustaba la renovación, cada libro es un ensayo distinto. Sin embargo, socialmente, era un hombre conservador. En época universitaria, nos metíamos en follones pero con hábitos burgueses. Teníamos mentalidad revolucionaria pero todos nos casábamos con gente guapa y rica. Cuando hubo el cambio en la Diputación de Guadalajara, y llegaron los socialistas, interpretaron alegremente que Camilo era como el ahijado de Tomey, y dijeron: si hay que cargarse a Tomey, hay que cargarse a este señor. Camilo, que era muy peleón, empezó a lanzar puyas y acabó con el rosario de la aurora. Y luego también se fue haciendo mayor, y entra en un periodo de decadencia, de endiosamiento, había pequeñas cosas que no podía soportar tan tontas como que le hicieran socio de honor de la biblioteca a Buero Vallejo que a él. O que pensaran poner un instituto Layna Serrano en lugar de Camilo José Cela. Son cosas muy curiosas y humanas.

¿El premio Nóbel le endiosa todavía más de lo que era?
Sí, sin duda. Cela triunfa por una sencilla razón: por la extraordinaria confianza que tenía en sí mismo, cosa que mucha gente fracasa porque no la tiene. Ese tío dijo: yo me como el mundo, y adelante. Y peleó mucho. Se pasó toda la vida peleando. Claro, la caricatura de esa confianza es el endiosamiento. Lo mismo que la caricatura del emprendedor es la megalomanía. Y fíjate que aquí no hago intervenir para nada a Marina.

¿Supongo que ella también intervendría para irse de Guadalajara?
Claro, Camilo tenía una gran dependencia de ella, incluso intelectualmente. Él valoraba en mucho el discurso de Marina, y su opinión, en política, en religión, en arte.

¿Marina Castaño despreciaba Guadalajara?
No puedo contestar a eso. Hombre, ella tenía un gusto urbano. Ahora bien, Marina no fue la causa de la decadencia de Camilo. La decadencia se la daba su edad, y enamorarse fue un síntoma de esa debilidad.

¿La izquierda política de Guadalajara ha sido miope con Cela?
Camilo era un hombre violento y molesto. Era difícil mantener una ecuanimidad. Se ponían en marcha otros mecanismos de represalia. No se dieron cuenta que era inevitable, era nuestro premio Nóbel, es el representante de una generación de posguerra. No podemos ignorarlo y había que haberle respetado en su singularidad, es como el toro de Osborne. Y no decir que no se podía homenajear a Cela porque no era de Guadalajara. Según ese criterio, ¿qué hacen con Cervantes, que nació en la comunidad autónoma de Madrid? Umbral, con mucha gracia, decía: “los diputados castellano-manchegos tenían un queso por cabeza”.