ESCUELA TALLER EN SIGÜENZA

La forja de un oficio

Los más de veinte alumnos de la Escuela Taller de Sigüenza, la mayoría inmigrantes, explican sus vivencias haciendo trabajos de albañilería, forja y carpintería
El edificio de la escuela taller de Sigüenza está situado a un costado del castillo-parador, al final de la calle Valencia. Es la última casa del pueblo en una cima desde la que se respira aire puro, se otea la sierra y se admira el valor de conservar la piedra. El edificio de la escuela taller parece un castillo en pequeño. La fachada exhibe el color rojizo propio del caserío seguntino, al más puro estilo castellano. Dentro, más de veinte chavales aprenden lo dura que es la vida.
Nueva Alcarria, 06.07.06
Raúl Conde

Puede que este ambiente, entre artesano y medieval, ayude a trabajar los tres módulos en los que se divide esta escuela taller: albañilería, forja y carpintería. Las escuelas taller son un invento de la administración para dar una salida laboral a niños y adolescentes con problemas y, al mismo tiempo, proporcionan un tipo de enseñanza que está en caída libre desde el auge de la universidad: los oficios. Aquellos trabajos que últimamente parecen reservados a los inmigrantes y de los que nadie parece ocuparse. Sin embargo, las salidas laborales están garantizadas por la escasa oferta y los sueldos son más que aceptables. Pero los oficios no vienen en los libros. Hay que aprender practicando.

Problemas idioma

Eso es justo lo que hace Petru Raducu, un rumano de 17 años que cada mañana acude a esta escuela taller para trabajar de albañil. Lleva dos inspecciones encadenadas por “buen comportamiento”. En la escuela le llaman Pedro, por aquello de familiarizar a los que no hablan castellano. “Llevo un año y pico en Sigüenza”, explica con dificultades en español. La mayoría de alumnos de este centro son inmigrantes y algunos de ellos, como Petru, rumano, o Mohamed, marroquí, tienen problemas con el idioma. Esto dificulta el día a día pero no impide que puedan desarrollar su labor.

La Escuela Taller “En Ruta IV Centenario”, que se así se llama la de Sigüenza, cuenta ahora mismo con 24 alumnos repartidos en grupos de 8 en cada uno de los tres módulos: albañilería, carpintería y forja. Cada módulo dispone de un monitor. Los alumnos cobran unos 400 euros al mes. La duración total de los cursos es de dos años divididos en fases de seis meses cada uno. La primera fase terminó en abril y ahora mismo ha empezado la segunda. El módulo de carpintería trabaja en hacer tenderetes para las próximas jornadas medievales de Sigüenza, el de forja en hacer barandillas para las pedanías del Ayuntamiento de Sigüenza y el de albañilería está inmerso en la reforma del edificio de la escuela taller para convertirlo en un Centro de Formación con titulación homologada y que el SEPECAM (Servicio de Empleo de Castilla-La Mancha) disponga de este centro como referencia de toda la comarca para organizar cursos formativos.

Demanda de trabajo

El director de la escuela taller, Víctor M. Ricote, destaca el buen ambiente que existe entre alumnos y monitores: “es una de las bases de la convivencia, a veces surgen problemas y roces porque es inevitable, son todos chavales muy jóvenes, adolescentes que están en la edad de dar problemas, 16, 17, 18 años, pocos pasan de los 20, pero por regla general yo creo que los objetivos se están consiguiendo”. ¿Cuáles son esos objetivos? El monitor de la sección de forja, José Gallego, lo tiene claro: “que aprendan un oficio, que no se vayan de balde de aquí, que por lo menos alguno o algunos de ellos, los más espabilados, puedan montar un negocio o una cooperativa y ganarse la vida en esto”. José lo dice con conocimiento de causa porque lleva 42 años trabajando de forjador en Sigüenza. Y destaca algo muy importante: la demanda de trabajo que existe en la zona para aquellos que quieran ganarse la vida en un oficio. “Aquí en la zona hay trabajo para todos estos chicos y para más gente, además yo lo tengo claro, quiero jubilarme pronto y me encantaría poder pasarles mi negocio a alguno de ellos, pero siempre que vea que son chavales responsables y que pueden sacar adelante el trabajo, yo les pasaría la clientela así que no tienen más que trabajar”.

Reforma escuela

Felipe Lucio, además de alcalde pedáneo de Imón, es el monitor de albañilería en la escuela taller seguntina. Casi todos los chicos que tiene a su cargo son extranjeros. Como Diego Trujillo, colombiano. “Dieguito –explica Ricote- es un poco rebelde, pero mira, éste no tiene problemas con el idioma”. Felipe relata que las clases en la escuela se dividen entre teoría, dos o tres horas al día y el resto prácticas. Trabajan de 8 de la mañana a 3 de la tarde. “Lo que estamos haciendo ahora es reforma las instalaciones de la escuela taller para mejorarlas y convertirlas en un centro de formación, enfoscar, tabicar, dar yeso y alicatar con elementos normales”. Otros trabajos que realizan son bordillos y aceras. “Están haciendo bastantes cosas –destaca Felipe- y no sólo en Sigüenza, sino en todos los pueblos de la comarca”.

Trabajar cada día con estos chavales no es fácil. Hay que echarle paciencia. “Ocho personas relativamente es poco –advierte Felipe- pero claro, hay que hacer frente a la extranjería, el idioma es fundamental y difícil pero vamos, al haber tantos extranjeros de un mismo país, comienza a hablar entre ellos en su idioma y les cuesta adaptarse”. Felipe lleva de monitor desde octubre. Antes trabajó como oficial en una empresa: “trabajar allí era más duro cuantitativamente pero quizá esto es más cansado”.

Motivar para el futuro

En el módulo de forja también trabajan ocho alumnos. “Hoy falta una chica que Dios sabe donde estará”, revela José Gallego, el monitor. “De momento estamos haciendo trabajos de todo tipo, sobre todo los que encarga el ayuntamiento, lo mismo funda para faroles y sobre todo barandillas para las pedanías”. Ya se han hecho las de Imón, Alboreca, Villacorza y ahora están “currando” en las de Pelegrina y Horna. Por último, tienen previsto cerrar la circunvalación del perímetro de todo el parque de la Alameda de Sigüenza.

“Al principio cuesta pero luego da gusto verles… bueno a alguno, a otros no”, dice José. Cristian, que es de Mandayona, agacha la cabeza cuando se le pregunta si las clases son duras. Y responde sonriendo. “¡Uy, si yo fuera un cabroncete…!”, avisa el monitor, que constantemente durante la charla trata de motivar a los chavales para el futuro: “lo que quiero es que aprendan, que es lo que me interesa a mí, que salgan como oficiales, no como peones”. Los trabajos de soldadura, una vez que se aprenden, son bastante rutinarios, así que lo tienen relativamente fácil para lanzarse en un futuro a llevar un negocio. Andrés es seguntino y muestra una sonrisa pícara cuando habla: “llevamos aquí unos nueve meses, elegimos trabajar en forja nosotros, podíamos haber ido a otra sección”. Una de las pocas chicas de la escuela es Natalia Restrepo, 19 años: “ya estuve aquí en la escuela anterior así que tengo experiencia en forja y la verdad es que me gusta el trabajo que hago”. ¿Es difícil aprender el oficio? Andrés responde: “hay que echarle huevos”.

En las salas de al lado, los alumnos de carpintería se afanan en acabar algunos de los tenderetes de las jornadas medievales que se celebran en julio en la ciudad del Doncel. El monitor, Arturo Guisado, apunta también los problemas con la lengua para entenderse, aunque resalta que la escuela taller es un buen método para que estos jóvenes encuentren una salida profesional. “¡Pero quiero a gente que sea buena, yo con gente que sea mala no me comprometo!”, les espeta a los chicos José Gallego. “Me jode decirlo delante de ellos, pero en el fondo son buena gente y majetes…”, dice con ironía. Los chavales sonríen y uno de ellos, Mohamed, coge de nuevo el soplete.

RECUADRO

La acústica de la ermita de San Roque, orgullo de la ciudad

El teniente alcalde de Sigüenza, Miguel Canfrán, lo resume con estas palabras: “ha sido una maravilla de trabajo, extraordinario, hemos puesto mucho empeño y al final lo hemos conseguido”. Se refiere al acondicionamiento acústico de la ermita de San Roque, inaugurada hace escasos días en un multitudinario acto por la consejera de Trabajo y Empleo, la alcarreña Magdalena Valerio, acompañada por el alcalde, Francisco Domingo. Los alumnos de la Escuela Taller “En ruta IV Centenario” y la cuadrilla del Ayuntamiento han sido los responsables de convertir una ermita del siglo XVIII en un espacio escénico de uso multifuncional y especialmente sonorizado para actuaciones musicales. Valerio reconoció el gran trabajo realizado por los alumnos de la escuela taller que, “mientras aprenden un oficio que les permite insertarse en el mercado laboral dejan su huella en el patrimonio cultural de Castilla-La Mancha”.

Magdalena Valerio resaltó también en Sigüenza el gran nivel de inserción en el mercado laboral que tienen los participantes en estas acciones de formación y empleo del Gobierno regional. Según las últimas evaluaciones externas realizadas al respecto, una vez concluida su formación, los alumnos de las Escuelas Taller tienen un nivel de inserción superior al 85 por ciento.
Después del acto de inauguración de la acústica de la ermita de San Roque, se celebró un concierto a cargo de varios músicos vinculados a la Ciudad del Doncel: los alumnos de la escuela municipal de música Iván Miño, Ignacio Cabrerizo e Ignacio Sánchez, trompeta y piano; seguida de otros músicos seguntinos como Gerardo López Laguna, profesor del Conservatorio Superior de Música de Madrid, su hijo Javier López Torrejón quien, a pesar de sus 14 años, domina el violín con absoluta maestría; y Sergio Alonso Ortego, profesor superior de violín en los Conservatorios de Guadalajara y “Joaquín Turina” de Madrid.