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3 enero 2007

SANTIAGO RONCAGLIOLO

La guerra de las palabras

En una guerra no hay información: sólo hay propaganda. Cada cosa que se dice sobre el combate en realidad forma parte de él, de la guerra de las ideas que se libra en paralelo a las balas. Incluso las palabras que se escogen tienen una razón. Y esa razón nunca es decir la verdad.
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Santiago Roncagliolo

En una guerra no hay información: sólo hay propaganda. Cada cosa que se dice sobre el combate en realidad forma parte de él, de la guerra de las ideas que se libra en paralelo a las balas. Incluso las palabras que se escogen tienen una razón. Y esa razón nunca es decir la verdad.

La exposición Prensa y Guerra Civil Española, publicada en catálogo, es quizá la mejor prueba de ello. La muestra reúne las portadas de decenas de periódicos españoles y extranjeros del año 36 al 39 y se puede ver cómo, lejos de informar, los medios de prensa cumplían la función de agitar y aglutinar a sus respectivos bandos.

Particularmente significativo es el titular de El Diluvio en los primeros días de la guerra:

“¡¡España, antorcha de la libertad!! El fascismo criminal y reaccionario ha sido batido heroicamente por las fuerzas leales al gobierno que han llevado a cabo, con entusiasmo indescriptible y ardor sin igual, gestos sublimes de valor y sacrificio que sólo admiten parangón con las grandes epopeyas de la Humanidad”.

Toma.

¿A alguien le queda duda de qué parte está el editor?

Pues un par de semanas después, el Diario de Navarra le responde:

“Camino de la victoria. El general Franco toma el mando. Procedentes de Getafe, se incorporan a nuestro mando dos aparatos con tres aviadores”.

Por si no queda claro, Camino de la victoria es la noticia. Y nuestro mando se refiere a un mando distinto según el diario en que aparezca. De hecho, hasta los sustantivos definen la línea editorial del periódico: para los nacionalistas, el ejército republicano es una horda marxista. Para estos, los alzados en armas son llamados facciosos. A menudo, ambos lados están en el mismo diario, como el ABC, que durante una temporada editó dos versiones desde ambas trincheras.

Quizá estos ejemplos parecen extremos y propios de un conflicto sin cuartel. Pues no deberían. Basta echar un vistazo a dos periódicos de líneas editoriales opuestas para constatar que viven en dos países diferentes. Y eso es especialmente cierto en España. Este año, sin ir más lejos, el debate público sobre los atentados del 11-M no se centraba en la identidad de los autores, o en la situación de los musulmanes, o en la manera de evitar que se repitiesen esos atentados sino en… la Guerra Civil. Lo que discutía la prensa era ¿Conspiró la derecha para ocultar información sobre los atentados o conspiró la izquierda para tumbar a la derecha? Cada diario tenía su opción, sus titulares y sus informantes.

Vemos el presente con los ojos que nos presta el pasado. Pero cada lectura que le damos a la actualidad también nos lleva a reconstruir su origen. Los grandes traumas históricos son los marcos en que encajamos nuestra percepción de la realidad, y se repiten cíclicamente. Durante tres décadas, los libros más exitosos de la Guerra Civil provenían de la izquierda. Pero en los últimos años, hay un gran público que demanda una lectura revisionista de la historia que deje mejor parada su versión de los hechos. En el fondo, los titulares de la Guerra Civil han seguido publicándose una y otra vez durante setenta años, en un país que no consigue construir una versión de la Historia que todos sus miembros puedan compartir.