OPINIÓN

PERIODISMO DIGITAL

Henares al día (Febrero 2008), Febrero 08
Raúl Conde

Decir que el periodismo del siglo XXI no tiene nada que ver con el de las gacetas del siglo XVIII. Pero decir que el periodismo de 2008 poco se parece ya al de 1998, puede causar pavor en más de un lector empedernido. Lo cierto es que es así. Tenemos teléfonos móviles de tercera generación y nos encontramos ante la que los expertos consideran la quinta generación del ciberperiodismo: la de los blogs en internets y la lectura de periódicos en PDA. Nada que ver con la imprenta y los husillos, ni tampoco con las linotipias. Tras un periodo de vaivenes y de una profunda revolución tecnológica, estamos totalmente inmersos en lo que se conoce como periodismo multimedia, o periodismo “on line”, o periodismo digital. En definitiva, la continuación del oficio tradicional con otras características y por medios de difusión hasta hace poco impensables. Algunos autores prefieren hablar de ciberperiodismo. La raíz “ciber” proviene del griego y quiere decir pilotar, guiar, dirigir. Los periodistas hemos visto cómo cambian nuestras funciones. Y se ha achicado notablemente la distancia que antaño separaba al profesional de la información con el lector, el oyente o el televidente. Incluso algunos medios potencian aquello que se denomina periodismo ciudadano, concepto, por otra parte, bastante discutido en el oficio. ¿Hace falta ser periodista, es decir, licenciado en Ciencias de la Información, para poder transmitir noticias, o vale cualquier que tiene un aparato celular en la mano?

En todo caso, lo cierto es que el periodismo digital es un proceso imparable, guste o no a los ortodoxos de nuestro trabajo. Hay algunos rasgos que son básicos. Por ejemplo, los que señala David Parra, profesor de Producción Periodística de Nuevas Tecnologías. En primer lugar, la instantaneidad o simultaneidad: el lapso de tiempo que transcurre desde que el periodista elabora un contenido hasta que está disponible para la audiencia es de cero o tiende a cero. La continuidad, opuesto a la periodicidad del producto tradicional, es otro factor básico. Las ediciones digitales de las más importantes cabeceras están constantemente actualizándose, de tal forma que el consumidor puede acceder a todas horas. La interactividad supone también sacar a las audiencias del ostracismo al que siempre habían estado condenadas. El ciberperiodismo, además, es versátil (podemos acceder a otros contenidos, como encuestas, informes, etc.); multimedia (se explotan todo tipo de recursos sonoros e iconográficos); transnacional (cuya capacidad de difusión no tiene límites, condicionada tan sólo a disponer de conexión a Internet); y, por último, hipertextualidad (con enlaces que permiten acceder a otras páginas web).

El periodismo digital ahorra costes y amplía los horizontes comerciales y de difusión del periódico tradicional. No es un competidor del papel. La experiencia de los grandes medios (en EE.UU. y en Europa, incluida España) demuestra que es un complemento imprescindible en los tiempos que corren. No existe hoy en día periódico que se precie de ser serio que no disponga de una edición electrónica. La diferencia estriba (lo que constituye su valor añadido) en la intensidad para su actualización, en la frescura en su presentación y en el volumen de contenidos que ofrezca gratuitos y de pago. ¿Cuáles son los inconvenientes? Evidentemente, se lee peor en la pantalla que en el papel, se maneja peor un ordenador que un periódico, se accede más fácilmente al kiosco que a la red y cuesta más barato pagar un euro por un ejemplar que no una conexión mensual. En todo caso, hay que matizar que todas estas desventajas están perfilándose continuamente, de tal manera que cada vez se están reduciendo en mayor medida. En todo caso, algunos veteranos del oficio pronostican que al papel le quedan, como mucho, veinte o treinta años de existencia. Quizá no es para tanto. No está claro cuál va a ser el futuro de la profesión. Lo que sí ha quedado claro a estas alturas son dos cosas: primero, que el periodismo digital puede ser un complemento perfecto del papel y, en ocasiones, una alternativa; y dos, que el que no se suba a este carro, acabará en la cuneta.