La Garlopa Diaria

19 diciembre 2020

Conspiración

Leo con retraso ¿Quién quiso la Guerra Civil? (Crítica, 2019), un ensayo extraordinario del historiador Ángel Viñas. Aunque cuesta seguir el hilo de algunos pasajes que son solo aptos para avezados -por el nivel de conocimiento previo que implica-, el libro deslumbra no solo por la muestra de erudición sino por el apoyo de sus tesis en fuentes documentales fiables y, en algunos casos, inéditas.

El autor traza dos líneas básicas en sus conclusiones: por un lado, la participación activa de los monárquicos en la conspiración que precipitó la sublevación del 36 y la posterior Guerra Civil casi desde el día de la proclamación de la Segunda República; por otro, el apoyo previo al golpe de Estado del 18 de julio que recibieron los militares desleales por parte de la Alemania nazi y de la Italia fascista, gracias en buena medida a los contactos con el Duce de sectores monárquicos y de figuras de la derecha como Calvo Sotelo. Viñas señala elementos inquietantes leídos con los ojos de hoy, no solo por lo que tienen de visión del pasado sino porque arrojan luz sobre las lecciones que nos deja la Historia de cara al futuro, e incluso a la España del presente. A saber:

-El papel activo de los monárquicos en la conspiración antirrepublicana casi desde el minuto de la Segunda República, con ramificaciones políticas y diplomáticas al máximo nivel.
-La complicidad de la derecha reaccionaria, mal llamada «contrarrevolucionaria».
-La visión apocalíptica alrededor de la destrucción de «la unidad de la patria» (en palabras de Gil-Robles) y del reconocimiento de las autonomías regionales.
-Machaqueo incesante -por usar las palabras del propio Viñas- sobre el desorden y el caos que prevalecía sobre el país, y sobre la impotencia del Gobierno.
-Las conexiones internacionales de los protofacciosos, especialmente, con nazis y fascistas.
-El papel de la prensa como instrumento de propaganda.
-La generosidad de la banca en la concesión de fondos (véase el ejemplo de Juan March).
-La bronca en el Congreso, las «palabras gruesas» que se tienen que borrar el Diario de Sesiones.
-La acusación permanente de una supuesta revolución «sovietizante» en marcha.
-Catolicismo militante y el papel activo de la Iglesia en la rebelión.
-Lavado de cerebro de buena parte del Ejército, de la tropa.
-Protestas previas de la oligarquía ante las transformaciones del sistema productivo y de la Iglesia ante reformas sociales y educativas.
-Una oposición perforante a la hora de pintar la República como «un desastre sin paliativos» y como un «régimen revolucionario», no como un sistema democrático burgués y liberal homologable a las democracias británica y francesa.
-Un clima creciente de efervescencia y agitación social.
-Recurso a una propaganda que incluía sin disimulo la difusión de bulos que el historiador tacha de «escalofriantes».

Leyendo a Viñas uno entiende mejor este país y, sobre todo, alcanza a entender la verdadera dimensión de esa máxima de Marx que dice que la historia tiende a repetirse. Primero como «gran tragedia» y después como «una miserable farsa»​ (El 18 de brumario de Luis Bonaparte, 1852).

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