La Garlopa Diaria

9 noviembre 2023

Felipe González y la España de 2023

Recibí ayer en un correo de su fundación el vídeo en el que Felipe González condena la violencia contra las sedes del PSOE y vuelve a expresar su rechazo no solo a la amnistía, sino a los socios del Gobierno. En su intervención apela al entendimiento entre los dos grandes partidos como ejes de la «centralidad» ideológica de la mayoría de la ciudadanía. Más allá de la opinión que merezca su postura sobre la investidura, sus palabras muestran un error de diagnóstico que quizá explica la desazón, la desorientación y hasta la irritación de buena parte de la clase política que hizo la Transición. Sostiene González que dos de cada tres votantes se decantaron el 23-J por el PP y por el PSOE. Por tanto, a su juicio, dos de cada tres votantes son partidarios de una política «centrista» basada en la forja de grandes acuerdos entre las dos formaciones sistémicas. Solo desde la miopía o el desconocimiento de la realidad sociológica de este país se puede sostener esto en 2023.

Puede que ese planteamiento sirviera para 1982 y 1996, años en los que se materializó la alternancia en el poder entre dos pilares de un mismo edificio (Monarquía parlamentaria, atlantismo, Unión Europea, privatizaciones y Pacto de Toledo). Pero ya no. Ese esquema de ha quedado obsoleto. Y no porque el PSOE, tal como defienden los jacobinos a derecha e izquierda, se haya apartado del consenso constitucional, sino por las transformaciones sociales de un país que poco o nada tiene que ver al de hace tres o cuatro décadas. El 15-M cambió muchas cosas. Los votantes que Feijóo sumó para el PP el 23-J, después de pactar con la ultraderecha y de vetar a Sánchez en los acuerdos pendientes como el del CGPJ, no lo hicieron para respaldar una política de «centralidad». De igual forma, parece extraño pensar que los ocho millones de españoles que votaron a Sánchez, tras una legislatura de coalición con la izquierda y de acuerdos con los independentistas, lo hicieron para exhortar al PSOE a pactar con el PP.

Ni la polarización es un asunto que pueden resolver estos dos partidos con un apaño, al estilo «de siempre», ni es cierto que se pueda colegir un voto mayoritario a la «centralidad» por el hecho de que dos de cada tres votantes se decantaran por el PP o el PSOE, especialmente, teniendo en cuenta el flujo de voto de Vox al PP y de Podemos e incluso el independentismo al PSOE.

No digo que esto sea bueno, malo o regular. Digo que esto es así. Que, guste más o menos, esta es la radiografía de un país en el que un ex presidente del Gobierno se permite afirmar que el candidato designado por el Rey para intentar formar Gobierno es «un peligro para la democracia». Cualquier análisis de la amnistía o de lo que esté por venir debería partir de un diagnóstico preciso de la sociedad que somos, no de la que fuimos.

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