Un periodista
Raúl Conde es un periodista con mucha raza, una buena dosis de talento y poca edad. Por las tres cosas se enfada con las cosas que pasan. Lo escribe con vehemencia, poniendo la directa desde la primera línea, obviando matices desde la verdad absoluta de que sólo la juventud dispone y llamando a lo que él cree que es pan, pues pan, a lo que piensa que es vino, pues vino y a lo que le sabe a vinagre, vinagre a secas. Se enfadan, claro.
A mí me gusta mucho leerlo. Es una voz auténtica y honrada. Tiene, por supuesto, y no lo oculta, ideología. Carga por la izquierda, pero por principios, corazón y conciencia. O sea, que no es un «progre» al uso, de esos que hoy están con el Polisario y mañana con Marruecos, ayer con la Constitución y mañana con Carod, dependiendo del poder y Zapatero o el incendio y Barreda o del Ferial y el alcalde. Sí. Merece la pena leerlo. Y lo digo desde aquí, la competencia.
Su arma es la palabra y su método la santa indignación, no exenta de ira. Y, como he dicho, se disfruta como lector y, cuando se discrepa de lo dicho, como mucho se sonríe ante la pasión y, eso ya viene con los años, la falta de una cierta distancia y una pizca de ironía, que seguro que él desprecia como paso previo a rendiciones. No tenemos, yo al menos no lo tengo, nada que enseñarle que el mismo no vaya a aprender, para bien o para mal, con el paso tozudo del tiempo.
Le llueven, claro, admoniciones, consejos, tobas, cachetes y capones. Es la primera parte de la secuencia, cuando aún estiman posible que se dé a chiqueros. Es la vieja técnica que bascula entre los pellizcos de monja presuntamente cariñosos y los llamamientos al redil de los supuestos «nuestros». Después es cuando empiezan los golpes.
Lo dicho. A mí me gusta leerlo hasta cuando se sube al púlpito y hasta cuando divide al mundo en blanco y negro. A mí me parece que los Raúl Conde son absolutamente necesarios en la prensa de Guadalajara. Imprescindibles. Ah! Y a mi padre, labrador que fue y luego veterano de las primeras luchas obreras por Vicasa, también le gusta. O sea, nada menos que dos lectores a favor, Raúl. Eso ya es un mundo. Un abrazo.