La Garlopa Diaria

13 febrero 2009

Diario de un cazador

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Produce un poco de desasosiego comparar los chanchullos y el fisgoneo de las cacerías ilustres (véase La escopeta nacional), con los pensamientos puros y ensoñadores del joven Lorenzo, protagonista de Diario de un cazador, novela que en 1955 le valió a Miguel Delibes el Premio Nacional de Literatura. No entiendo por qué muchas personas presumen de no ser cazadores y de no gustarles esta práctica. No entiendo por qué tiene que ser progre ser anticaza y por qué cazar tiene que ser de derechas. No entiendo tampoco por qué todos los famosos que acuden a una cacería deben ser sospechosos de lesa traición.

España es una noria permanente en la que no vale la pena razonar. Basta con chillar más que el de al lado. Por eso quizá lo mejor estos días es volver a la novela cinegética más apreciada de nuestra literatura. Un portento de escritura basado en la jerga propia de las monterías y donde se respira buen gusto, naturaleza virgen y pasión por la escopeta sin maldad ninguna. Recomiendo leer, o releer, Diario de un cazador a todos los que les guste la buena literatura. Pero, más que nadie, deben hacerlo aquellos que no son capaces de vencer los prejuicios sobre la caza. Da gusto avanzar en las páginas y contemplar cómo Lorenzo, que es el protagonista principal, consigue salvar los reveses que le marca la vida y las incertidumbres propias de la edad, a través de un afición que le atrapa: tirar unos tiros los domingos con sus amigos para cobrarse unas perdices, unas codornices o unos conejos. Los personajes de Delibes son marca de la casa, están en la esencia de sus letras. En este caso provoca emoción y ternura el retrato de Lorenzo. Y deja entrever su pasión vital en medio del campo de la tierra de Castilla, cuyo retrato aparece bordado.

Algunos expertos en su obra consideran que Diario de un cazador es la única novela optimista de Delibes. Pienso que es un prodigio de realismo impregnado de humor y un punto de emotividad. Además, permite conocer la caza desde dentro. Sin alardes innecesarios. Sin ataduras. El propio autor vallisoletano tiene dicho: «Soy más un cazador que escribe que un escritor que caza». Lorenzo llena de gozo su existencia yendo a cazar. Tiene una vida humilde, pero destila inteligencia, tesón, sentido común. El texto de la novela rezuma intensidad, conocimiento y amor por el campo. El estilo de Delibes es una garantía. Su prosa encandila siempre.

Y que quede claro: no todos los cazadores son fantasmas ni bestias inmundas. Miguel Delibes escribió en 1988:

 «Hay cazadores que miden el éxito de sus cacerías por el peso del morral. Percha nutrida, diversión cumplida, dice el refrán que me invento porque viene a pelo. Yo mantengo un punto de vista diferente: un par de perdices difíciles justifican la excursión; seis a huevo, no» (El último coto, Destino, Barcelona, 1992, pág. 100).

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