Para mis amigos de Galve de Sorbe
Llama la curiosidad que, en pleno siglo XXI, unos varones aparezcan en público con un pañuelo obrero coloreado a la cabeza, una camisa blanca y chaleco, a veces adornado de flores rosas u otros dibujos, y unos pantalones cortos con puntillas, calzados con alpargatas, dando saltos y tocándose con unos palos, junto a unos músicos y un enmascarado de apariencia, cuanto menos, inquietante, pidiendo unas monedas por las calles. No es un capricho o un carnaval. Es una fiesta, pero una fiesta que viene desde de las raíces más antiguas de su pasado y también, en parte, de mi propio pasado como descendiente de guadalajareños.
Estas personas con estas danzas y estos trajes, tan fuera de nuestros tiempos, están permitiendo que conservemos nuestros orígenes, y es sabido y repetido hasta la saciedad que quien pierde sus orígenes, pierde la base desde la que se dirige hacia su futuro. ¿Recuerdan cuando, animados por una pasión visceral hacia lo propio, unos pocos galvitos recuperaron esta tradición haciendo que los mayores que aún la recordaban les enseñaran? ¿Se acuerdan de sus primeros pasos a mediados de los años 90, de la ilusión durante las horas de trabajo continuo? Unos vivían en Galve, otros llegaban desde su localidad de trabajo hasta la villa. Todos se juntaban y repetían una y otra vez los pasos de danza, apuntaban las notas musicales, preparaban los instrumentos, cortaban y tejían los trajes de los danzantes y del zarragón ¡Eso no lo olvidarán los danzantes mientras vivan! ¿Recuerdan la emoción ante el público en los primeros Encuentros de Danzantes?
Miren ahora los resultados: una Asociación viva, una fiesta de Interés Turístico Provincial desde 1998, un grupo de Danzantes cuyo esfuerzo ha sido reconocido en Guadalajara, Madrid, Tarragona, Segovia y otros lugares. Y una nueva hornada de danzantes muy jóvenes, que se preparan para tomar el relevo de aquellos que hace una década iniciaran la obra.
Podéis estar orgullosos de ellos. ¡¡Sois afortunados, galvitos!!