Turismo

3 marzo 2006

Turismo y naturaleza

Henares al día, Enero 2004
Raúl Conde

Parece que fue ayer cuando anduvimos por los pasillos de Fitur 2003. Y, sin embargo, ha pasado un año. Entonces dijimos que aquella feria era la de las elecciones, porque ya se palpaba en el ambiente la cita electoral próxima del 25 de mayo. Este año la cosa está más templada en este sentido, porque los cargos ya se han repartido. Así que, de nuevo, los políticos y allegados se aprestan a acudir al recinto ferial Juan Carlos I de Madrid para lucir el palmito y dejarse ver.

La Feria Internacional de Turismo de Madrid es la segunda del sector a escala mundial, después de la de Francfort. No en vano, España es la primera potencia turística del mundo, detrás de Estados Unidos pero delante de Francia e Italia. En esto sí que España va bien. En otras cosas, no tanto. Visto lo relevante de la feria, que los políticos se paseen de arriba abajo no deja de ser una anécdota que bienvenida sea si logra conseguir el propósito que se persigue: “vender” la oferta turística de Guadalajara y atraer al público. Y el caso es que se está logrando. Los datos que manejan las oficinas de turismo y organismos oficiales demuestran que el aumento del número de visitantes se ha incrementado de manera espectacular en la provincia a raíz de la presencia de nuestra tierra en Fitur. En eso fue pionero el Ayuntamiento de Sigüenza que, ni corto ni perezoso, se plantó en el pabellón del Campo de las Naciones en solitario hace unos años, junto a potentes núcleos turísticos como Laredo, en Cantabria, o Peñíscola, provincia de Castellón. La Diputación de Guadalajara, todavía bajo el mando de Tomey, recogió el guante de sus “compañeros” seguntinos y sumó su oferta en Fitur. Después vinieron otros destinos como los programas europeos (Leader Plus en la Sierra Norte o Comarsur en La Alcarria Baja), Molina de Aragón y el Señorío y los pueblos del viaje a La Alcarria (“La Alcarria, el viaje”, fue el lema que se le ocurrió, a vuelapluma, al alcalde de Brihuega, Jaime Leceta). Finalmente, el pasado año se consiguió lo esperado: que el pabellón de la Junta de Castilla-La Mancha agrupase a todos los stands de expositores de la región, incluido la reticente Sigüenza que, es de suponer por afiliación política, este año no presente tantas objeciones.

El punto fuerte para medir el impacto de Fitur es la demanda en el sector de la restauración y la hostelería. La asociación del gremio se mueve mucho y bien con las instituciones para potenciar la gastronomía autóctona. Pero el esfuerzo es insuficiente. Falta mucho trabajo por hacer. La Asociación Provincial de empresarios de Hostelería asegura que las pernoctaciones durante la semana en Guadalajara capital son muy bajas, en contraposición con la demanda existente en la provincia, sobre todo los fines de semana. Hace pocos meses, un crítico gastronómico de un medio de comunicación nacional escribía una ruta por el interior de nuestra tierra, y recomendaba que “llegada la hora de comer, mejor irse a Madrid”. El mazazo no se ajusta del todo a la realidad, pero algo de razón lleva. La demanda es desequilibrada. Un fin de semana en temporada alta no puedes comer en Sigüenza (sin reserva previa) hasta las seis de la tarde. Pero el año es muy largo y duro y hacen falta tomar medidas y destinar recursos económicos importantes para seguir apostando por la profesionalización del sector, mejorar la oferta de calidad (lo que atrae al turismo de capacidad económica elevada, el que más se deja los euros) y ampliar la demanda del verano o el otoño al resto de las estaciones.

José Antonio Herranz, diputado del ramo, me contaba recientemente que el futuro del interior de la provincia pasará casi en exclusiva por el turismo. Guadalajara tiene que ser un suministrador de ocio para Madrid, porque la gran ventaja de nuestra tierra con respecto a otras, como Palencia o Zamora, es que estamos “a un paso” de la gran urbe. Lo cierto es que cada vez la gente tiene más horas de ocio (recordemos que se están exigiendo ya las 35 horas laborales) y los fines de semana tienden a alargarse hasta tres días. La gente sale, se gasta los cuartos y los madrileños cada vez descubren con menos sorpresa los encantos que deparan la sierra, la campiña o la vega de Guadalajara. Conclusión: se trata de compatibilizar este auge turístico con el respeto a la naturaleza. Cosa muy difícil, pues.