Turismo

3 marzo 2006

LA GARLOPA

Turismo estancado

Henares al día, Núm. 18
Raúl Conde

El sector turístico es la pieza fundamental de la economía española. Los datos emitidos por diferentes sondeos reflejan un cierto agotamiento de la oferta que propone España. Pese a todo, nuestro país es el segundo destino turístico mundial, detrás de Estados Unidos y delante de naciones como Francia, Reino Unido o Italia. El secretario de Estado del ramo asegura que España va a mantener esta posición en el ranking que fija cada año la Organización Mundial del Turismo. Quizá es una afirmación optimista teniendo en cuenta los resultados publicados en los últimos meses. La cuestión ahora es si España debe cambiar su modelo de crecimiento turístico o, por el contrario, debe mantener el ya diseñado mejorándolo en sus aspectos más débiles. El debate está servido y Castilla-La Mancha no es ajena.

La encuesta de movimientos turísticos en fronteras (Frontur) señala que en los primeros siete meses de 2002 han llegado a España 28,38 millones de turistas, un 0,1% más respecto al mismo periodo del año anterior. Si nos centramos únicamente en el mes de julio, la diferencia asciende, pero en sentido negativo. En julio pasado entraron en el país 6,6 millones de visitantes, un 0,8% más que en el mismo mes del año anterior. Algunos sectores implicados en la industria turística, como la hostelería, han dado la voz de alarma. El Gobierno responde con mensajes de autosuficiencia, en la línea de los gestores económicos del PP, y recomienda a los empresarios que abaraten los precios para mejorar la competitividad. Dicen que con esta receta, la supuesta crisis del turismo quedará despejada sin problemas. Pero los hosteleros no transigen con ello, y hacen bien. El modelo turístico vendido por España desde el “boom” de hace ya demasiados años, no tiene por qué modificarse ahora por factores externos. La coyuntura económica mundial viene marcada por una fuerte recesión de las principales divisas (hasta ahí llegamos hasta los que no somos economistas) y los atentados del 11-S han variado los hábitos de viaje de algunos de los principales países emisores, y no sólo Estados Unidos. Cataluña se ha convertido en el primer destino estatal, por encima incluso de las Baleares y las Canarias, gracias a la fortaleza de su oferta y a la entrada por tierra de los turistas franceses y centroeuropeos. El tráfico aéreo disminuye y el poder adquisitivo de los turistas también. Los establecimientos hoteleros se quejan de la caída notable de la ocupación, mientras los campings y apartamentos están a rebosar. Los expertos en la materia ya predijeron hace tiempo, antes de los atentados en las Torres Gemelas, que los destinos clásicos iban a registrar una bajada grave o leve, en función del momento. El tiempo ha terminado dándoles la razón, pero no por ello pienso que España deba echar por tierra un modelo de gestión muy consolidado y, sobre todo, muy rentable.

La tradición, por tanto, es una garantía de futuro. Pero la actualidad manda y es lógico que una economía vaya moldeándose según las circunstancias. Leo en un editorial de La Vanguardia que “mientras el turismo de sol y playa mantiene su nivel, las ofertas culturales y gastronómicas deberían crecer para conseguir que el sector conserve su importancia económica”. Para que esto suceda, es imprescindible que la iniciativa pública se entienda con la privada, que se fomente la calidad como requisito básico y no sólo como aval de prestigio, que se insista en una adecuada promoción (el turismo rural nunca puede ser masivo), y que los precios se contengan en el ámbito de la competitividad y la rentabilidad. Los parámetros que definen el turismo han incluido desde tiempo atrás la demanda que incide en la naturaleza y la cultura. Castilla-La Mancha es, precisamente, una de las autonomías que mejor han aprovechado este negocio emergente, aunque todavía anda en pañales. “C-LM, segunda región española con menos ocupación en casas rurales en julio” (El Día de Toledo, 10-9-2002). La relevancia de esta actividad en el PIB regional, pese a los atrasos históricos, indica la transformación económica de una de las zonas que hasta hace pocos meses recibía fondos europeos de subdesarrollo. Guadalajara va a la zaga en esta tendencia alcista. Estamos en lo mismo: se ha mejorado mucho, pero aún queda un largo trecho por recorrer. Los equipamientos y las infraestructuras dejan que desear y falta todavía profundizar en los conceptos de calidad y profesionalización. Un par de datos: en toda la provincia de Guadalajara sólo funcionan tres campings homologados y en la sierra norte, comparado con otras zonas del interior nacional, las casas rurales se abren a cuentagotas.