Turismo

3 marzo 2006

LA GARLOPA

Fiestas medievales

Henares al día, Julio 2004
Raúl Conde

Cae en mis manos un folleto turístico recogido en la última Fitur. Dice: “Ven a Ayllón”. Así de escueto y simple. El texto hace hincapié en el festival medieval que tiene lugar en esta villa segoviana a finales del mes de julio. Ayllón medieval, suele titular cada año el diario ABC su reseña de esta cada día más conocida fiesta popular.

Una de las consecuencias notables del auge del país y de su importancia en el sector turístico consiste en la recuperación, consolidación y, en mayor o menor medida, difusión de fiestas populares y tradicionales. Éstos dos últimos términos son peliagudos y pueden llegar a ser contradictorios. Para Mª Asunción Lizarazu, autora del Cancionero popular y tradicional de Guadalajara, una fiesta de tales características es aquella que goza de un arraigo sólido en su lugar de celebración y que tiene capacidad de atracción de público. Es decir, por lado, es vieja, antigua y, por otro, atrae a gente, tanto vecina como foránea. López de los Mozos, de manera certera, se ha planteado en muchos de sus artículos la necesidad de distinguir muy bien entre una fiesta popular y tradicional y un timo de tocomocho folclórico. Porque hoy por hoy, con el bienestar económico –en líneas generales- del que disfrutamos los españoles, con la cantidad de instituciones que nos representan y las subvenciones que conceden, todo el mundo puede montar una fiesta, hacer unas tortillas, repartirlas al personal y decir que todo es muy popular y tradicional. La tradición es antigua o no es tradición. Parece una obviedad pero hay pueblos en los que conviene repetir el axioma.

En el ámbito del folklore tradicional, una de las manifestaciones señeras en el turismo llamado rural, natural o como ustedes quieran, es la fiesta medieval. En Guadalajara tenemos un ejemplo señero. Los Festivales Medievales de Hita son pioneros en España, están declarados de Interés Turístico Nacional y son una apuesta maravillosa por la villa de Hita, su pasado, su tradición cultural y literaria y por la cultura en forma de espectáculo constructivo. La provincia tendrá siempre, en esta cita, una deuda infinita con Criado de Val y con el pueblo del famoso Arcipreste. En el resto de la provincia, al calor de este clamoroso éxito de público y de crítica, como se suele decir, han nacido en los últimos tiempos una serie de festivales medievales que pasan por ser grandes espectáculos y que, en algunos casos, no pasan de medianías con fines lucrativos para la hostelería local, lo cual tampoco es mala idea. Desde la Feria de la Convivencia de Molina hasta la feria medieval de Tamajón. Botargas, bufones, chalanes, puestos de feria, calderetas “populares”, titiriteros, payasos en las calles. Todo vale en estos festejos que tratan de atraer a la gente, fomentar el nombre del pueblo e ingresar unas perras en los bares y los negocios de los pueblos. Todo sea por la economía provincial, tan empobrecida, y por el turismo rural. Siempre hemos dicho que esta clase de actividad es el futuro de la tierra guadalajareña, la base del crecimiento presente y futuro, y nos reafirmamos en ello. Sin embargo, en aras de conservar la dignidad de nuestro patrimonio cultural y de la etnografía castellana, tan arraigada en las comarcas de Guadalajara, debemos alertar de la ligereza con que algunos tratan las fiestas populares y tradicionales. Porque, en su generalización, corremos el riesgo de dañar a las auténticas. Algunos piensan: “nos inventamos un pergamino y hala, a montar una fiesta de éstas…”

Todo cambia. El folklore, también. Pero una cosa es adaptarse a los nuevos tiempos –cosa que siempre hemos defendido- y otra muy distinta inventar la tradición o escribir la historia. Los festivales de Hita son el espejo en el que deben mirarse los organizadores de eventos similares. Cada pueblo tiene su gracia. Aprovechémoslo pero sin caer en la tentación de seguir la tónica general “porque sí”. En la originalidad está el gusto, no en la repetición monótona y desmesurada de algo que triunfa en otros lares. La innovación es la clave del turismo rural, menos en las tradiciones, sean populares o no. Respetemos a nuestros antepasados.