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22 julio 2009

SOMOS EL TIEMPO QUE NOS QUEDA

El voto urbano, a la derecha

"Es una población joven, de clase media y con una inercia de voto que, en líneas generales, reproduce el esquema de su lugar de origen, que es Madrid, y donde el PP reina de forma plácida"
El Decano de Guadalajara, 10.07.09
Raúl Conde

La derechización del voto en las ciudades es una realidad contrastada. Los datos electorales de los últimos comicios (autonómicas de 2007, generales de 2008 y europeas de este año) arrojan un viraje a la derecha por parte del voto mayoritario en las grandes ciudades españolas. Sólo Barcelona, entre el grupo de las urbes más pobladas, parece resistir esta tendencia, pero se ha extendido no sólo a municipios de envergadura, sino a zonas metropolitanas cuyos patrones de conducta son netamente urbanos. Y aquí es donde aparece Guadalajara. Tanto la capital como las localidades del Corredor del Henares forman una región supramunicipal con unos indicadores sociales y económicos muy distintos a los del resto de la provincia. En este área, el sector demográfico de mayor auge se nutre de los centenares de jóvenes que han huido de Madrid para poder comprar una vivienda a un precio, digamos, algo más racional. Es una población joven, de clase media y con una inercia de voto que, en líneas generales, reproduce el esquema de su lugar de origen, que es Madrid, y donde el PP reina de forma plácida. Siempre hay excepciones, pero empieza a estar bastante claro que este es el votante que está perdiendo el Partido Socialista en Guadalajara.

Según algunos politólogos y expertos en demoscopia, son muchas las razones que hacen triunfar al voto conservador en las ciudades. A saber: los cambios sociales de nuestra sociedad; la inmigración, que no puede votar y es un caladero que, en teoría, pierde la izquierda; la crisis económica, que afecta sobre todo a los trabajadores de los servicios en las capitales; y el miedo unido a la inseguridad. Aunque la Ejecutiva del PSOE rechaza parte de estos argumentos, lo cierto es que las ciudades se están decantando por el Partido Popular. Un ejemplo de esta inclinación es Madrid y, por consiguiente, sus ciudades satélite. Los periodistas Fernando Garea y Gabriela Cañas, especializados en política, sostienen: “Todo parece indicar que vivir en la gran ciudad nos hace más conservadores, aunque es muy probable que el fenómeno no sea general, sino exclusivamente español y especialmente contundente en Madrid” (El País, 07.05.09). En el mismo reportaje, Carlos Llés, profesor de sociología de la Universidad Carlos III de Madrid, sostenía que han calado las ideas liberales y neoconservadoras, especialmente en las nuevas clases medias urbanas “agobiadas”. La población joven de rentas bajas, tradicionalmente afín a la izquierda, ha abandonado posiciones que parecían inamovibles. Y el voto de la vieja clase obrera se ha esfumado por la propia crisis de los partidos de izquierda y también porque una mayoría de este electorado, o bien se ha largado a los pueblos o bien han vendido sus pisos aprovechando que el Pisuerga pasaba por el ‘boom’ inmobiliario. 

El voto urbano no es baladí para los partidos. Al contrario. Afecta a las tendencias globales y mide el calado de una apuesta política. Ahora mismo, el PSOE gobierna en Azuqueca, Cabanillas, Marchamalo y Villanueva de la Torre. Sin embargo, cabe diferenciar entre el comportamiento del electorado cuando hay que votar en unos comicios municipales a cuando lo hace en otro tipo de convocatorias. En las generales de 2008, el PP superó con amplitud al PSOE en las poblaciones del Corredor. En las últimas europeas, la diferencia se ha agrandado, aunque hay que tener en cuenta que la abstención fue altísima. Un caso paradigmático es Azuqueca. La ciudad que durante la época de la Transición y los años ochenta aglutinó al voto obrero de Guadalajara inauguró la legislatura con el PP en la alcaldía. Más allá del posterior pacto de los socialistas con Izquierda Unida, lo cierto es que la tendencia de voto de los populares en Azuqueca evidencia el ascenso conservador en la Guadalajara menos rural. Es algo más que un síntoma. Es un hecho que dejó a esta formación al borde de la alcaldía de la segunda ciudad de la provincia. En las municipales de 1987, la entonces Alianza Popular apenas alcanzó el 21% del voto local; en 2007 obtuvo un 44%. Pero la distancia se amplía en el resto de convocatorias. En las generales del año pasado, el PP le sacó 13 puntos de ventaja al PSOE en la capital, diez puntos en Villanueva, ocho en Cabanillas y más de cinco en Alovera. Esta tendencia de voto es muy similar a la que han experimentado municipios de la corona que rodea a Madrid, antes en manos de la izquierda y ahora bastiones del PP: Móstoles, Torrejón, Coslada o Alcobendas.

Y a todo este panorama hay que sumar otros condicionantes más caseros. Por ejemplo, que los socialistas ya no pueden usar ni el “efecto Bono” ni el efecto Barreda en Castilla-La Mancha. El primero porque no está, el segundo quizá porque no existe. Por si fuera poco, el desgaste del Gobierno central y la coyuntura económica tampoco favorecen el voto “exquisito” de una izquierda abstencionista que puede estar cayendo en el desencanto. Con la vista puesta en las elecciones de 2011, el PSOE se juega la Diputación en el Partido Judicial de Sigüenza, allí donde el margen de diferencia puede ser mayor. Pero en el resto de comicios, la pérdida de voto en el Corredor pone en peligro su hegemonía en el cinturón industrial de Guadalajara. Ojo a las ciudades. Ojo a los cambios en la calle que luego se trasladan a la urna.

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