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18 enero 2010

SOMOS EL TIEMPO QUE NOS QUEDA

Teodulfo Lagunero

"Aunque su formación es la de abogado y la de catedrático de Derecho Mercantil, Teodulfo Lagunero pasará a la historia como el millonario que financió al Partido Comunista y la Junta Democrática en la ilegalidad, sobre todo en los últimos años del franquismo. Fue el mecenas de Santiago Carrillo y de Dolores Ibárruri, “La Pasionaria”, en la clandestinidad. Carrillo le debe mucho, hasta la peluca y el traje con los que cruzó la frontera".
El Decano de Guadalajara, 15.01.10
Raúl Conde
Teodulfo Lagunero con Santiago Carrillo, con peluca. | El País

Teodulfo Lagunero con Santiago Carrillo, con peluca. | El País

A los jóvenes nos han explicado muchas veces, y también lo hemos leído, que la Transición democrática fue un proceso en el que sobresalieron tres o cuatro estrellas políticas, tirando por lo alto, que se partieron el pecho por España tras la muerte del dictador. Sin embargo, basta rascar un poco en este episodio para ampliar el abanico de quienes colaboraron en la recuperación de las libertades. Porque aquello no fue una obra individual. Fue un triunfo colectivo, el resultado positivo de un tejido que venía confeccionándose desde tiempo atrás. Y, aunque es cierto que no todos los que participaron han recibido la misma gloria, conviene reseñar que para eso están los libros de memorias. Para compensar el olvido. Para recordarnos la materia de la que está hecha el presente y reivindicar a sus cinceladores.

Uno de los hombres que más han bregado a favor de la democracia es Teodulfo Lagunero (Valladolid, 1927). Ha practicado tantos oficios, ha estado involucrado en tantas situaciones y ha vivido tantas cosas, y tan variopintas, que resulta difícil quedarse con un rasgo para definir su trayectoria. Por eso lo más recomendable es leer sus Memorias (Umbriel-Tabla Rasa, 2009, 763 págs.). Un volumen que se devora a sorbos, rápido, como quien consume un relato con ritmo trepidante. Almudena Grandes advierte en el prólogo: “Comparte con muy pocos seres de carne y hueso la fabulosa condición de haber vivido episodios que ningún novelista de este mundo tendría imaginación suficiente para inventar”. Aunque su formación es la de abogado y la de catedrático de Derecho Mercantil, Teodulfo Lagunero pasará a la historia como el millonario que financió al Partido Comunista y la Junta Democrática en la ilegalidad, sobre todo en los últimos años del franquismo. Fue el mecenas de Santiago Carrillo y de Dolores Ibárruri, “La Pasionaria”, en la clandestinidad. Carrillo le debe mucho, hasta la peluca y el traje con los que cruzó la frontera. “Si tiene que morir un comunista, coño, por lo menos que sea dignamente”, le dijo. También trajo a España a Rafael Alberti y María Teresa León. Su testimonio desparrama vivencias irrepetibles, compañías exquisitas, amigos de postín y exiliados con la memoria a flor de piel. También intelectuales comprometidos, como Picasso, Marcos Ana o Pablo Neruda, a los que siempre dio cobijo en Villa Comète, su residencia cerca de Cannes, y con quienes compartió experiencias que ya ha recopilado en otro libro fabuloso: Una vida entre poetas (La Esfera de los Libros, 2007). Su palabra es un retrato fresco, deslumbrante y agridulce de nuestra historia reciente. Porque, a pesar de que el dinero siempre le ha acompañado, a pesar de darse el gustazo de comer en Maxim’s, en París, y luego ir a la manifestación del 1 de Mayo del 68, Lagunero es un ‘niño de la guerra’. Con todo lo que eso conlleva. Sufrió la represión y el terror de la dictadura en sus propios huesos. Su padre, que era catedrático de la Institución Libre de Enseñanza, fue encarcelado, detenido, destituido de su puesto y además le incautaron todos sus bienes. Y tanto él como su hermano fueron condenados en un Consejo de Guerra. Así que la huella de posguerra le ha marcado para siempre. Escribe: “Vi a mi madre sufrir lo indecible, lo mismo que sufrieron cientos de miles de mujeres españolas”. También asegura que pasó “hambre y mucho frío”. En sus memorias alaba el papel de Carrillo y de Adolfo Suárez en la Transición, pero no tanto el del Rey. “Habría que restarle importancia”, puntualiza.

Conocí a Teodulfo Lagunero hace tres años. Le hice una entrevista para “Nueva Alcarria” y fue un placer charlar con un hombre dispuesto a recordar un pasado ya lejano en sus recuerdos. Guadalajara no es una tierra ajena a su fortuna. Porque, además de inquietudes políticas, Lagunero ha demostrado siempre imaginación y reflejos para los negocios. Cuenta que su primer oficio fue el de barquero en el Pisuerga, mientras estudiaba la carrera. Pero donde verdad hizo negocio, donde empezó a amasar su fortuna, fue en la España del desarrollismo de los años 60 y 70. Construyó chalets con el convencimiento de que “para progresar en la lucha antifranquista, lo más eficaz era adquirir poder. Y para tener poder, lo fundamental era ganar dinero”. Antes de desembarcar en el sur de Francia, en la costa Azul, impulsó la urbanización Nueva Sierra en Albalate de Zorita. “Puede comprobarse la inmensidad de ésta en comparación con la superficie del pueblo”, matiza. En sus memorias dedica varias páginas a esta aventura. La urbanización, que incluía los terrenos que bordean el salto de Bolarque, superaba los 50 millones de metros cuadrados. El gobernador civil de la época, Luis Ibarra Landete, le ninguneó primero y luego le espetó: “Yo sé que usted es comunista y sepa usted que no voy a tolerar nada”. Así que, para demostrar su influencia, a Lagunero se le ocurrió organizar una cabalgata de Reyes Magos, a la que asistieron Concha Velasco y Natalia Figueroa, para repartir regalos por los pueblos la comarca. Al gobernador no le quedó más remedio que tragar y Fraga entregó al empresario la medalla al mérito turístico. Aunque, eso sí, puso la siguiente fecha en el diploma: 18 de julio de 1968.

Lagunero vendió entre Albalate y Almonacid cientos de parcelas a pagar en cien meses sin entrada. “Los que las compraban no eran capitalistas, sino personas de la clase media o incluso de familia obrera”, explica. El lugar se hizo famoso. Por allí pasaron políticos, jerarcas del régimen y gentes como Camilo José Cela, Miguel Ángel Asturias, Alfonso Sastre, Antonio Gala, Rafael de Penagos. Cuando Fraga visitó los terrenos, se quedó asombrado. “Señor Lagunero –preguntó-, dígame quién está detrás de usted, pues todo esto no lo puede haber hecho usted solo”. Mirándole a la cara, el promotor devolvió el golpe: “Sí, he tenido un socio. Lo hemos hecho entre dos: la usura y yo”. Don Manuel no respondió y se marchó a inaugurar un hotel a Guadalajara.

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