A quien le guste León, y no creo que haya nadie con juicio que no quede deslumbrado al recorrer sus calles, debe leer el libro que acaba de escribir y editar Joaquín Alegre, a su vez editor de la leonesa Rimpego. Es una obra monumental de más de 450 páginas, con una galería impresionante de mapas y fotografías, que indaga en la bimilenaria ciudad de León, desde su fundación, como campamento de una legión romana, hasta hoy, premio de arquitectura contemporánea de la UE. El repaso a su patrimonio monumental impresiona: la muralla bajoimperial, la “capilla Sixtina del románico”, una de las catedrales góticas más importantes del mundo, la obra maestra del plateresco español, una plaza Mayor barroca, uno de los edificios con mayor huella de Gaudí… Hay que agradecerle a Joaquín este enorme esfuerzo intelectual y editorial volcado hacia una ciudad en la que, como escribe Gamoneda, «el aire peligra de belleza».
Hace exactamente 20 años publiqué en la Revista de Folklore, que dirige el folklorista y maestro de etnólogos Joaquín Díaz, un ensayo sobre Federico García Lorca [en formato PDF: revista-de-folklore-294.pdf]. En concreto, sobre la Baladilla de los tres ríos y las raíces del cante jondo en la poesía lorquiana. Hubo un tiempo en que tenía tiempo, valga la redundancia, para escribir sobre cosas importantes y no sobre las miserias políticas cotidianas. El poema en cuestión corresponde al volumen Poema del cante jondo, publicado en 1931 en Ediciones Ulises, aunque su redacción la llevó a cabo Lorca entre 1921 y 1924. Es una composición extraordinariamente hermosa. Poesía popular de influencia romántica que no busca ensalzar la dimensión costumbrista del folklore, sino su valor artístico. A Lorca hay que volver siempre. Me ha encantado reencontrarme, dos décadas después, con este texto. Y también con la hemeroteca digitalizada de una revista excepcional en la que tuve el honor de colaborar.
Comprendo la alegría generalizada por el fiasco de los clubes patricios con ese invento de la Superliga y, especialmente, del presidente que maneja el Real Madrid como si fuera un cortijo. Pero no sé exactamente por qué el aficionado raso tiene que alinearse con los intereses de la UEFA, la FIFA, las federaciones, las patronales de las diferentes Ligas (incluido el ex militante de Fuerza Nueva que mangonea la Liga española), Boris Johnson y hasta el príncipe Guillermo. No ha habido una revuelta de las aficiones, por mucho que determinados periodistas deportivos nos vendan el cuento del romanticismo de la Premier. Ha habido una reacción feroz de la trama corrupta que parasita la industria del fútbol europeo para retener los derechos de explotación. Y, en el caso del Reino Unido, ha habido una reacción nacionalista furibunda bajo el subterfugio del bla, bla, bla de la solidaridad y la competitividad. Como si el modelo actual de Champions, jibarizado por clubes en manos de millonarios o incluso de Estados teocráticos en los que se aplastan los derechos humanos, estuviera gestionado por ONGs con todos los clubes participando en condiciones de igualdad. «Tenemos que proteger el juego nacional», dijo el primer ministro británico.
La iniciativa de los grandes clubes era extractiva y salvaje, y buscaba salvar los ingresos de una burbuja obscena que no se sostiene con la pandemia. Pero el conglomerado que le ha doblado el pulso es la peste. Lo digo por aquello de no dejarnos llevar por la corriente. El presidente de la UEFA es el padrino de una de las hijas de Agnelli, dueño de la Fiat y la Juventus. Lo pongo como ejemplo de la cercanía entre los contendientes y de lo lejos que está el común, o sea, todos nosotros, de todo eso. Esta es una pelea de mafiosos por el pastel. Sería interesante que nos ahorrasen sermones sobre el mérito deportivo.
14 de abril. 90 años desde la proclamación de la II República, un proyecto político democrático y transformador que situó a España a la vanguardia de las potencias occidentales. Libertad de expresión, sufragio universal, elecciones y prensa libre, pluralismo parlamentario, igualdad de género y reformismo de estructuras económicas e institucionales ancladas hasta entonces en la oligarquía, la explotación y la política de notables del viejo régimen. Hay muchos historiadores e intelectuales que recomendaría para acercarse a este período de forma ponderada (Santos Juliá, Moradiellos, Fusi, Thomas, Preston…). También desde una óptica conservadora (Madariaga, Pla) o progresista (Viñas, Fontana, Casanova). Pero yo hoy, sobre todo, aconsejaría leer la Constitución de la República Española de 1931. Una gavilla de apenas 30 páginas. Es un texto impecable, propio de un sistema democrático y liberal, que desmonta el revisionismo de una derecha política e historiográfica que quiere hacer pasar a las autoridades republicanas como culpables de la felonía abyecta del golpe de Estado del 36 y de la posterior Guerra Civil. Pero también deberían leerla aquellos que enarbolan la tricolor en manifestaciones disolventes de la nación española. Aquella Constitución, que amparaba un «Estado integral» compatible con la «autonomía de municipios y regiones» pero no con la «federación de regiones autónomas», era mucho más jacobina y centralista que la del 78. Pese a las tensiones internas y los episodios de violencia social, España perdió el tren de las libertades, los derechos y la modernidad con el derribo del Estado republicano, consentido por las democracias aliadas de nuestro entorno. Ya lo dijo Azaña, la libertad no hace ni más ni menos felices a los hombres; los hace, sencillamente, hombres.
Diez preguntas sobre el escándalo perenne del Emérito y una coda:
1. ¿De dónde ha sacado los cuatro millones de euros de su segunda regularización con el Fisco?
2. ¿Hubo blanqueo de capitales?
3. ¿Falta más dinero por salir a la luz?
4. ¿Por qué Hacienda no le abrió un expediente sancionador después de su primera regularización, en diciembre? En ese momento fue por el impuesto de Donaciones; ahora por pagos en especie sujetos a IRPF.
5. ¿Por qué la ministra de Hacienda no ha informado de las negociaciones con los abogados de Juan Carlos I, si lleva semanas hablando con ellos?
6. ¿Por qué se filtra justo después del aniversario del 23-F? Zarzalejos adelantó hace varias semanas que los representantes legales del Emérito estaban negociando con Hacienda una segunda regularización. ¿Qué extraño criterio de oportunidad les lleva a hacerlo público ahora?
7. ¿Por qué sigue fuera de España si de verdad no es un prófugo de la Justicia?
8. ¿Por qué Felipe VI no le retira el título de Rey Emérito si las infracciones objeto de regularización se cometieron después de la abdicación de su padre?
9. ¿Por qué Felipe VI incumple su propio compromiso de regeneración y transparencia, por ejemplo, en todo lo que afecta a la Fundación Zagatka, que en junio modificó sus estatutos para eliminar a Juan Carlos I y a sus tres hijos como beneficiarios de la misma?
10. ¿Por qué no actúa la Fiscal General del Estado?
La coda, obvia: no hace falta que Pablo Iglesias o los independentistas hablen mucho. La Monarquía se basta sola para erosionar a la institución. Y eso afecta, se quiera ver o no, al titular de la Corona.