La ley del mus

Ediciones del Prado, 1992

 

 

Aunque ahora la tiene un poco más recogida, durante muchos años una de las grandes pasiones de Manu Leguineche fue el mus. En Guadalajara ha tenido tiempo de practicar a fondo esta afición en los bares de la Alcarria, o en su casa, pero siempre acompañado de buenos amigos y de gentes de la zona. En uno de los libros que dedica al mus, La ley del mus, incluyó dos historias vinculadas con Guadalajara. La primera del “cura rural”, Virgilio Pérez y Pérez, párroco en multitud de pueblos de la provincia. Y la segunda de un “médico rural”, Manuel Millán, que además de médico es cantautor y amigo personal del escritor vasco.

 

 

 

Un cura rural

 

   Don Virgilio Pérez y Pérez tiene poco que ver con el atormentado personaje de Ambricourt en la novela de Georges Bernanos Diario de un cura rural. Ha pateado Castilla-La Mancha,  ha enseñado y predicado sin descanso la palabra de Dios. Es un as de la 31. Su juego es sencillo, retranqueado. El evangelio del mus según Don Virgilio. Ha pasado muchos años en parroquias rurales, desde la Sierra del Alto Rey hasta Guadalajara, vía Molina de Aragón. Ha sido profesor en Madrid, Brihuega, Alcalá de Henares y, ahora, en Guadalajara. Lee, estudia, viaja y juega al mus. He aquí un hombre feliz.

 

   ¿Dónde y cuando aprendió a jugar al mus?

 

   En mi época de estudiante aprendí el mecanismo del tute subastado y del mus. Fue al final de los años 60 cuando me inicié en el mus. Los domingos por la tarde en Tortuela nos reuníamos a veces el maestro, el médico, el veterinario…En la actualidad es el único juego de naipes que practico.

 

   ¿Juegan bien los sacerdotes?

 

   Una vez le preguntaron a Chesterton que qué opinaba de los franceses. “No lo sé”, contestó, “no los conozco a todos. Yo creo que sí, la pena es que no disponemos de mucho tiempo. Los sacerdotes jóvenes no son muy adictos a este tipo de juegos sedentarios. Carecen de tiempo y de la tranquilidad que antes poseíamos en abundancia.

 

   ¿Os ayuda el hecho de la discreción obligatoria, la cultura del secreto, de la confesión?

 

   No especialmente. Yo creo que eso va en el temperamento de cada uno, en su capacidad de disimulo, de hacer creer lo contrario de lo que aparentas.

 

   ¿Te relaja o te excita el mus?

 

   En general relaja.

 

   ¿La gente juega de un modo normal con el sacerdote del pueblo o se cohíbe de algo?

 

   Al principio se cohíben algo, pero esa reserva mental dura poco. Les encanta ganarle al cura.

 

   ¿Tienes buen perder?

 

   Sí, normalmente, aunque no me gusta nada perder.

 

   ¿Has notado un auge del mus en los pueblos?

 

   Sí, porque es sedante y la vida un poco neurasténica que llevamos exige lago liviano, que nos libere de tantos problemas.

 

   ¿Quiénes son los que mejor juegan al mus?

 

   Las personas maduras. Son más serenas, no se encrespan fácilmente, ni hacen tonterías cuando no reciben buenas cartas. Saben esperar, no se cansan de pasar. En definitiva, los mejores jugadores, a mi modo de ver, son los que reúnen la doble cualidad: la serenidad del hombre de pueblo y, al mismo tiempo, la osadía, con el riesgo consiguiente de los habitantes de la ciudad.

 

   ¿Cree que la tele ha arrebatado clientes al mus?

 

   No muchos

 

   ¿Se podrá jugar al mus en el cielo?

 

   A mí me da igual, si bien puede pasarle a alguien lo que al enfermo de Miguel Delibes en el Diario de un cazador, renunciaba al cielo si no había en él cotos con caza abundante.  

 

 

Un médico rural

 

   Manolo Millán es un tipo nervioso de jugar sereno. Es médico en Mondéjar. Nació en el Bajo Aragón. Hijo de guarda forestal. Empezó a estudiar tarde, cuando abandonó el pueblo para viajar a Zaragoza. Su abuelo, que era un poco ácrata, le inculcó la sed de aprender y de viajar. Durante los seis años de la carrera de Medicina hizo de todo, cantó en la calle, armó balones de fútbol que llegaban de Francia al Bajo Aragón, hizo desde Praga (Checoslovaquia) contrabando de cristal de Bohemia tallado…Acompañado de su guitarra cantaba en las terrazas de Zaragoza, en los restaurantes, cantó en el sur de Francia, en Suiza, en Austria, en Alemania. Así se pagó la carrera. Un día dejó el guiñote por el mus.

 

   ¿Qué tipos curiosos has conocido en el mus?

 

   El más curioso ha sido Juan “el inglés”, que en realidad es irlandés. Vino a la Alcarria y vivía sin dar clases en Cañizar, donde yo estuve como médico durante siete años y ocho meses. A lo largo de esos años Juan intentó aprender al mus por lo menos cien veces. Conato y fracaso. No lo consiguió. El proceso era siempre el mismo. Se sentaba lleno de entusiasmo. A la media hora se levantaba desesperado. “Esto ser juego de locos”, decía. No lo aprendió nunca porque no comprendía las expresiones paso, ala, voy, la mano, ni mus ni pollas, zorra con dos rabos…Nunca supo traducir órdago al inglés. Se estrelló con el dialecto. “¿Cómo un rey puede ser al mismo tiempo un tres de bastos?”, nos preguntaba. “¿Por qué un uno es igual que un dos? Esto ser un juego de locos. Pobre Juan.

 

   ¿Te ha ayudado el mus?

 

   Me ha ahorrado el psiquiatra. Yo había pasado por la Universidad y recorrido el mundo. De pronto me tocó encerrarme como brujo en un pueblo de forma voluntaria. El mus me permitió superar tardes enteras, escapar del muermo. Si no es por el mus, el jardín, o la caza y la pesca, no sé que hubiera sido de mí.

 

   Eres aficionado a la pesca. La paciencia del pescador de caña ¿ayuda a la técnica del mus? Lo digo por la paciencia, la habilidad, la artimaña…

 

   No creas, la pesca de la trucha es rápida, activa, se necesita mucha salud, requiere profundos conocimientos de la naturaleza, de observación del clima, del entorno, de los insectos, de las corrientes. Dejé de pescar la trucha porque me tenía ensimismado. Ya con la caza y el mus, me bastaba.

 

   Háblame del binomio caza-mus, de la misoginia de musistas y cazadores…

 

   La partida de mus después de la caza tiene su intríngulis. El que ha salido bolo y no ha cobrado una pieza, si gana al mus tiene al menos una satisfacción. Se resarce, puede ganarles a los campeones de ese día. El que ha llenado el zurrón puede rematar la faena al cabo de las treinta piedras y los seis amarracos. El día en que la caza no puede prolongarse hasta las cinco o las seis de la tarde porque el tiempo no acompaña o por cansancio, permite mantener el mismo horario de retirada. Hablo de los casados, porque volver al hogar a las dos y media de la tarde un domingo puede ser una especie de ejemplo peligroso. La mujer puede acostumbrarse a que llegues todos los domingos a las dos y media de la tarde. No conviene crear falsas esperanzas.

 

   ¿Cuales son a tu juicio las mejores cualidades del jugador de mus?

 

   Que no exprese las emociones, que no se delate y que hable poco.

 

   ¿Tu jugada predilecta?

 

   Quitar mano con poca ley siendo postre, robar tantos, ganar posiciones.

 

   ¿Lo que más te molesta?

 

   Los que pasan siglos para dar el mus o cortarlo, los que escrutan las cartas durante horas sin decir ni mú, los que cantan juego sin tenerlo, los que se eternizan barajando. En lugar de barajar marean tanto los naipes que se les caen las bragas a la sota.